Santiago 1:13 “Cuando alguno es tentado, no diga~| que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni Él tienta a nadie.”
Las religiones paganas creen que Dios causa todo lo malo y todo lo bueno. Los humanos tendemos a culpar a Dios por las desgracias y a no asumir responsabilidades.
Proverbios dice: “La insensatez del hombre tuerce su camino, y luego contra Jehová se irrita su corazón” (19:3).
Santiago 1:12 dice, “Bienaventurado el varón que soporta la tenta-ción; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”.
El verbo es presente: “estoy siendo tentado” y habla de nuestra responsabilidad personal por nuestra maldad inherente. Si el creyente cede a la tentación de obtener gratificación inmediata, dudando de la sabiduría e instrucción de Dios, cosechará las inevitables consecuencias negativas del pecado y posiblemente la muerte (Santiago 1:15). Cuando respondemos correctamente a la tentación, crecemos espiritualmente en madurez, sabiduría y bendiciones.
Culpar a las circunstancias o a otros por nuestras decisiones incorrectas o nuestras fallas morales es un autoengaño y es inútil. La pobreza no puede convertir a alguien en ladrón y justificar así tu robo. Su propia codicia lo lleva a robar. Un alcohólico intenta culpar a su negocio o a su familia, y en ese camino puede tener muchas catástrofes, ninguna de las cuales es causada por Dios.
El mandamiento significa “todos dejen de decir”, refiriéndose principalmente al proceso de pensamiento, o a lo que te dices para justificar tu desobediencia. Los pensamientos equivocados producen comportamientos equivocados.
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Co 10:13). Así como el viento fortalece a los árboles, las pruebas dan resistencia a quienes siguen a Cristo.
“Es fácil culparte por las cosas malas que me suceden y darme yo el crédito por lo bueno de mi vida. ¿Cuándo aprenderé a repetirme la verdad de que Tú no tienes nada que ver con las cosas malas que me suceden? Confío, Señor, en la gracia que me das en toda circunstancia.”