Rom 6:12-13 “No reine~|, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis~| vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos*~ vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.”
“Pues” se refiere al mandamiento del verso anterior “consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”. Este mandamiento es difícil de obedecer por la continua influencia del pecado. Algunos creen que junto con la nueva naturaleza viene la salvación como algo añadido que también tiene conflicto con nuestra vieja naturaleza pecaminosa.
Pero la salvación no es solo una verdad posicional, sino también una verdad transformadora. No es solo una verdad teórica, sino también una liberación práctica del dominio del pecado en nuestras vidas.
La salvación transformadora comienza al confiar en la transacción divina realizada a nuestro favor y que es real porque está descrita y prometida en Su Palabra. Una muestra clave del verdadero nuevo nacimiento es la presencia del Espíritu Santo dentro del creyente, la cual se manifiesta con una nueva conciencia (convicción) de pecado y un deseo de santidad. Jesús dijo, “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Jn 16:8).
Con la nueva presencia del Espíritu, somos “fortalecidos con poder en el hombre interior” (Ef 3:16). Además, “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Co 10:13).
Primera prohibición, “No reine, pues el pecado en vuestro cuerpo mortal”. El pecado no puede reinar sobre un muerto, y hemos muerto, y ahora somos “vivos de entre los muertos”. Ya no somos “esclavos del pecado” (Ro 6:6).
Segunda prohibición, “tampoco presentéis vuestros miembros al pecado,” significa “pararse cerca o ponerse en la cercanía de”. Sino “vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (Ro 13:14). Evita esas situaciones.
Sino, “presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.” Esto es permanecer cerca de Dios, siguiendo Su Palabra, manteniendo nuestros cuerpos y mentes ocupados y sirviendo a los demás. La victoria se elige.
“Hoy día, Señor, confiaré en recibir Tu gracia para conquistar el pecado que más me acosa, y enfocaré mi energía en estar listo para servirte a Ti sirviendo a quienes Tú pones en mi camino.”