Santiago 1:19 “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea~~ pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse.”
Una vida transformada se evidencia cuando el creyente responde a las instrucciones reveladas en la palabra de Dios (Santiago 1:19-27) que es la fuente de nuestra nueva vida: “Él de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad” (1:18a), y “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro 10:17).
Un verdadero discípulo de Jesús tiene el deseo profundo de conocer y obedecer a Dios: “Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Juan 8:31).
Santiago muchas veces escuchó a Jesús enseñar, “Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos” (Mt 13:11). ¡Qué privilegio! Piensa que estos tres cortos mandamientos de Santiago 1:19 son la “palabra que Dios les ha sembrado en el corazón” (Santiago 1:21NTV).
Primero, deberías ser “pronto para oír”. Sé un buen oidor que corre hacia alguien para hacer lo correcto. Enfócate en comparar las Escrituras con las Escrituras, y mantente abierto a la aplicación personal. Recuerda Proverbios 6:33: “si amas el escuchar, ganarás conocimiento, y si inclinas tu oído vendrás a ser sabio”.
Segundo, sé “tardo para hablar”. Tómate tu tiempo y piensa lo que vas a decir. No puedes aprender mientras hablas. Recuerda Proverbios 29:20: “Hay más esperanza para un necio que para la persona que habla sin pensar”. Enfócate más en aprender y en hacer las cosas bien antes que en saber cómo responder o argumentar acerca de un tema.
Tercero, sé “tardo para la ira”. La palabra ira significa “profundo resentimiento que hierve por dentro”. En este contexto se refiere a enojarse con una verdad de la palabra de Dios, “No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno de los necios” (Ec 7:9).
Deja que la Palabra de Dios exponga tu egoísmo pecaminoso y no te enojes. “¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad?” (Gá 4:16). Que la palabra de Dios nos humille continuamente al querer someternos a ella.
“¿Por qué quiero hablar mucho e impresionar con mis ideas y opiniones? Al mismo tiempo, no escucho a otros porque quiero contarles lo que pienso. Estoy tan lleno de mí mismo que paso por alto lo que Tú estás tratando de enseñarme. Ayúdame a escuchar Tu palabra.”