1 Tim. 6:20 Oh Timoteo, guarda*~ lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada “ciencia”.
Si existían falsos conceptos infiltrándose en la iglesia en el primer siglo, ¡cuánto más después de dos mil años! Cientos de miles de creyentes han sido brutalmente perseguidos simplemente porque creían en algunas doctrinas básicas de las Escrituras, por ejemplo: que solo Dios debe ser adorado y no el hombre; que solo los creyentes deben ser bautizados; que la salvación es por fe y no por obras; o, que la palabra de Dios debía ser traducida al lenguaje común de la gente. Las verdades claras de las Escrituras deben ser protegidas, aun cuando eso cueste tu vida.
Timoteo tuvo el privilegio de manejar los textos originales de las Escrituras que luego formarían el Nuevo Testamento y se convertirían en la base de toda la fe y la práctica de los creyentes. No hay responsabilidad mayor, colocada sobre un hombre mortal, que la de cuidar la Palabra de Dios y enseñarla.
El salmista escribió: “Porque has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas” (Sal 138:2). La marca de un hombre de Dios es su respeto a la palabra de Dios: “pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a Mi Palabra” (Is 66:2).
“Proteger” significa “guardar lo valioso en un lugar seguro”, y “lo que se te ha encomendado” significa “un depósito”. Igualmente escribió Pablo a los Tesalonicenses: “Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones” (1 Ts 2:3-4). Todos compartimos esta responsabilidad.
Debemos “evitar las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada “ciencia”. Es inútil perder tiempo argumentando con los falsos maestros. “Evitar” significa “alejarse de”, y “profanas pláticas” significa “hablar inútil”. El peligro de esa falsa enseñanza es que “carcomerá como gangrena” (2 Tim 2:17).
Debemos explicar las Escrituras exhaustivamente para que quien escucha conozca la verdad completa. Así se protege el texto. ¿Estás aprendiendo a enseñar la Palabra?
“Señor Jesús, las riquezas de Tu palabra estremecen mi alma y son más valiosas que el oro. No dejes que nada me distraiga hoy de Tu palabra.”