1 Cor 15:34 Velad~~ debidamente, y no pequéis~|; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo.
¿Por qué era Pablo tan “fanático” al buscar que se lleve el Evangelio “a los lugares más allá de vosotros” (2 Co 10:15)? Es porque él, personalmente, le vio varias veces al Señor Jesucristo resucitado. Fue apedreado hasta la muerte y “fue arrebatado hasta el tercer cielo” (12:2). No dio su vida por algo que tenía la esperanza de que fuera real o que lo debía aceptar ciegamente. Para él, el Salvador vivo, y la realidad del cielo y del infierno no eran solo doctrinas sino realidades invisibles con enormes consecuencias.
Más de la mitad del mundo cree que cuando muere, deja de existir (Chinos, ateos), o se reencarna en algún otro ser vivo de acuerdo a cómo viviste (Hindús y Budistas), o su destino es una decisión enteramente arbitraria y predeterminada por un dios sin compasión, ni perdón (Islam). ¡Cuán agradecidos debemos estar porque Cristo nos ha mostrado la realidad de la resurrección, del cielo y de los eventos futuros!
El primer mandamiento para aquellos que no entienden ni quieren creer en la realidad de la resurrección es “desembriagarse”, “volver a sus cinco sentidos”, “salir del hechizo de las borracheras”, o metafóricamente, “despertar de un estado de estupor, ignorancia, engaño”. Podemos saber con certeza de la vida después de la tumba porque Jesús estuvo allí, y Él se levantó de entre los muertos para darnos vida eterna.
A quienquiera que tenga dudas o creencias falsas se le ordena “dejar, o parar de pecar” rehusándose a aceptar las realidades implícitas de la resurrección. Hay un cielo, a donde todos los creyentes resucitados irán por toda la eternidad, pero también existe un infierno, a donde todos los inconversos resucitados irán por toda la eternidad.
Hoy, la mayoría que aún no ha escuchado ni una palabra de la Biblia no tiene radio, televisión, computadoras, ni siquiera sabe leer. Alguien debe ir personalmente.
No es responsabilidad de Dios, pues se nos encomendó llevar el Evangelio hasta las últimas personas del mundo.
“Enséñame a vivir siempre en la realidad de los destinos eternos de cada persona que me rodea. Me duele el corazón por los miles de grupos de personas que nunca han oído tu palabra. Dame la oportunidad de hacer una diferencia por el evangelio.”