Lucas 6:35, “¡Amen~~ a sus enemigos! Háganles bien.~~ Presten ~~ sin esperar nada a cambio. Entonces su recompensa del cielo será grande, y se estarán comportando verdaderamente como hijos del Altísimo, pues es el bondadoso con los que son desagradecidos y perversos.” NTV
Algunos mandamientos tienen beneficios inmediatos, mientras que otros tienen consecuencias eternas. Si somos obedientes a estos tres mandamientos, se nos promete una “gran” recompensa del Mismo Dios. Seremos recompensados porque hemos escogido comportarnos como Dios Mismo, quien es “bondadoso con los que son desagradecidos y perversos”.
Los tres mandamientos son presentes imperativos: se supone que son acciones continuas o habituales de los seguidores de Jesús. Los cristianos somos únicos porque debemos “amar a nuestros enemigos”. Porque “amar” en este caso no es un sentimiento o un afecto emocional sino un compromiso de cuidar lo suficiente como para beneficiar al otro, entonces este mandamiento es una acción para hacer, no un sentimiento para sentir.
Si la Biblia dijera que amar es una emoción, lo opuesto sería odiar. Por otro lado, si el amor es un verbo en acción, entonces lo opuesto es el egoísmo. Lo que nos da la pauta es definir quién se beneficia de las acciones: En las acciones egoístas, yo soy el beneficiario; y en las acciones de amor, otros son siempre los beneficiarios.
Este es un mandamiento posible de obedecer con el poder de la llenura del Espíritu en el creyente. No podemos sentir gusto hacia quienes odiamos, pero sí podemos decidir beneficiar a los “desagradecidos y perversos” de nuestra vida. Si es la “bondad de Dios que lleva al arrepentimiento” (Ro 2:4) ¿por qué no podemos añadir que “la bondad de los creyentes” debería llevar a los pecadores a creer en nuestro Dios?
Si el mandamiento de “amar a tus enemigos” es de alguna forma genérico, el mandamiento “haced bien” es una aclaración específica de lo que debe hacer el amor. Entonces el mandamiento “prestad, no esperando de ello nada” es aún más específico.
“Si alguna vez das dinero a alguien por quien te preocupas, pierde toda esperanza o expectativa de recuperar jamás esos fondos. En tu mente, piensa que es un regalo y déjalo ir. Las personas son más importantes que tu dinero.
El asesino de todas las relaciones es el egoísmo que siempre está demandando sus derechos, buscando gratificación personal, creyendo que lo más importante es que el otro llene tus necesidades personales, o buscando desquitarse. ¿Queremos realmente ser como Dios? ¿O preferimos ser como Su enemigo egoísta, egocéntrico: Satanás?
“Señor, enséñame a ser como Tú en preocuparme más en ganar los corazones de otras personas que no merecen Tu gracia y generoso amor”.