Mat. 17:5, “Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd~~”.
Pedro, Santiago y Juan recién habían atestiguado cómo se transformó Jesús de Su apariencia humana normal a Su esplendor celestial glorificado como la brillante Shekinah de Jehová.
Este Hombre extraordinario estaba revelándose a Sí Mismo como divino. Pablo escribió, “sino que (Él) se despojó a Sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil 2:7-8).
Esta revelación de Su divinidad arma el escenario para el propósito del momento, el único mensaje audible de Dios el Padre para nosotros: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia, ¡a él oíd!”. El propósito era asegurarse que Sus discípulos tomen continuamente en serio todo lo que Él dijo y lo que después diría a la iglesia a través de los apóstoles y profetas inspirados por el Espíritu.
Pedro, más tarde, describió este momento como secundario comparado con poseer el registro de las palabras de Dios: “Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro…” (2 P 1:18-19).
Para Pedro, era más importante tener el registro del mensaje de Dios para el hombre en la Escritura escrita que haber visto a Jesús transformado y haber escuchado la voz del cielo.
El mandamiento más repetido en el Apocalipsis es “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias…” (Ap 2:7). La forma aoristo de estos verbos demandan una respuesta inmediata a esa orden.
Cuando alguien nos pide algo, podemos simplemente no hacerlo y eso no nos traería ninguna consecuencia. Cuando un policía nos pide hacer algo, es mejor que lo hagamos, ¡especialmente si sabemos que nos está mirando! Cuando un presidente del país o un rey piden hacer algo, los hombres morirían por hacerlo, sin cuestionar o dudar. Cuando el Rey de reyes nos pide hacer algo, ¿cuál de esas tres respuestas es la tuya?
“Cuando leo Tus Palabras, quiero entender exactamente el deleite que tiene el Padre en Ti. Quiero que todo lo que Tú nos has dado en Tu palabra sea mi guía.”