Mar. 1:15, “Diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos~~, y creed en el evangelio.”
Jesús inició Su ministerio terrenal con estos dos mandamientos: “¡Arrepentíos y creed en el evangelio!” Él sabía que para creer en el evangelio debemos cambiar nuestras mentes en cuanto a las falsas creencias y aceptar la verdad. No es un paso fácil.
Dios nos llama a cambiar nuestra forma de pensar acerca de nosotros: Todos pensamos que somos lo suficiente buenos a los ojos de Dios, pero eso es falso. Dios espera que cambiemos nuestra forma de pensar acerca de qué hacer con el pecado: La mayoría de nosotros pensamos que nuestras cosas “buenas” pesan más en una balanza que nuestras cosas “malas”, y que eso basta. Él nos manda también a cambiar nuestra forma de pensar acerca de Dios: Muchos dudan incluso de Su existencia.
Él nos demanda que cambiemos nuestra forma de pensar acerca de Su Hijo: Muchos aceptan que Él fue solamente un buen ejemplo a seguir, pero Dios espera que creamos que Él vino personalmente al mundo para recibir el castigo justo por todos nuestros pecados. Y Él espera que cambiemos nuestra forma de pensar acerca de la palabra de Dios: ¿Es ella confiable y en verdad significa lo que dice acerca de nosotros?
La gente inconversa debe cambiar su forma de pensar (arrepentirse) acerca de su propia bondad y reconocer su pecaminosidad personal (“por cuanto todos pecaron”, Ro 3:23). Luego deben “creer” –mandamiento en tiempo presente- que significa que deben “estar continuamente creyendo o confiando” en Jesús.
Él espera que nosotros siempre confiemos en Su palabra. Enfrentamos siempre la decisión consciente, continua, de descartar nuestras propias opiniones acerca de los puntos de vista culturales reales o falsos y aceptar la perspectiva de Dios.
El evangelio (“buenas nuevas”) da al pecador la opción de confiar que el plan de Dios es perfecto y verdadero. Declara que el único camino existente para encontrar perdón es aceptar que la ira de Dios contra el pecado ha sido satisfecha por la muerte de Cristo en la cruz.
Dios Mismo tuvo que proveer el sacrificio perfecto para que sea castigado en nuestro lugar (“Pues Dios hizo que Cristo, quien nunca pecó, fuera la ofrenda por nuestro pecado, para que nosotros pudiéramos estar en una relación correcta con Dios por medio de Cristo”; 2 Co 5:21NTV). Un acto de pago completo no puede repetirse o repagarse, solo puede aceptarse agradecidamente.
Gracias, Señor. No tengo que ser perfecto, ni siquiera lo suficientemente bueno para que Tú me aceptes, porque yo fallo tan desgraciadamente. Confío en Ti con todo mi corazón.”