Juan 5:45, No penséis *~ que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés [la Ley, especialmente los Diez Mandamientos] en quien tenéis vuestra esperanza.
Tal como “supones” que es el mundo, así ves la vida y la realidad. No es bueno “suponer” algo contrario a la enseñanza de Jesús. ¡Qué absurdo creer en una mentira!
Jesús corregía constantemente las creencias de Su generación para que pudieran entenderle a Él y a la realidad. Ellos pensaban que Jesús les acusaba y que Moisés era su defensor e intercesor tal como lo había sido en la tierra, como cuando pecaron al adorar al becerro de oro (Ex 32:30-32). Sin embargo, los siguientes dos versos indican que Jesús hablaba de la ley que Moisés escribió, no de Moisés personalmente.
Él confrontaba ofensivamente lo orgullosos que estaban de ser fieles seguidores de la ley de Moisés, la cual intentaban obedecer al pie de la letra, añadiéndole más reglas para asegurarse de cumplirla totalmente. La verdad era que Moisés sería su acusador, no su defensor: porque “de mí escribió él” (5:46), pero rechazaban creer tanto a Moisés como a Jesús. Moisés reveló la profundidad de su pecado, el cual Jesús prometió perdonar.
Juan el Bautista señaló a Jesús como el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. La mayoría hizo oídos sordos, sin querer entender lo que eso significaba. Pensaban no necesitar otro sacrificio por sus pecados, porque creían ser lo suficientemente buenos y estaban orgullosos de guardar los Diez Mandamientos. Pero fallaron en tres grandes verdades referentes a la ley:
Primera, exageraron los mandamientos y torcieron su significado, creyendo obedecerlos. El orgullo por sus reglas legalistas rígidas les hacía sentir falsamente aprobados.
Segunda, no entendieron que una desobediencia a un mandamiento no se compensaría con cientos de obediencias. Muchos también hoy creen que su “bondad” pesará más que su “maldad”, creyendo ganar así la aceptación de Dios. Santiago escribió, “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.” (Stg.2:10). Si mientes una vez, eres un mentiroso siempre (9º mandamiento).
Tercera, perdieron de vista el propósito de la ley. No era un medio para lograr aprobación, porque nadie podía obedecerla, sino para revelar su fracaso por ser pecadores según las reglas de Dios. Pablo escribió, “Así que la ley vino a ser nuestro guía, encargado de conducirnos a Cristo, para que fuéramos justificados por la fe” (Gá 3:24).
La ley (Moisés) nos acusa de nuestras transgresiones, podemos entonces correr al Cordero de Dios, Jesús, para recibir perdón. ¿Puedes decir, “Gracias, Jesús”?
“Señor, es demasiado fácil creer falsas ideas y mal conceptos de Ti, pero enséñeme todo lo que has revelado acerca de Ti y como vivir contigo.”