Lucas 12:4-5 “Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed*~ a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed*~.
El diccionario en línea de Google dice, “El miedo es una respuesta emocional a una amenaza percibida”. Se considera un mecanismo de supervivencia minimizar o eliminar la amenaza, sea ésta real o imaginaria.
Jesús les ordenó a sus discípulos que no teman aun cuando enfrenten la muerte física por proclamar las Buenas Nuevas. Lo peor que puede pasar es que quienes se oponen nos lleven a la muerte física, la cual es nada comparado con vivir eternamente en el infierno.
Jesús estaba advirtiendo a los discípulos que el resultado de su fidelidad a Él podría ser una sentencia de muerte de parte del gobierno, pero que no se la debía temer- al contrario, ¡debía ser bien recibida!
Dios nos ordena temerle a Él. Tú obedeces a quien tú temes. Algunas personas obedecen las leyes solo cuando temen que las autoridades las miran.
Igualmente, los cristianos pueden presumir de la paciencia de Dios, engañándose a sí mismos creyendo que Dios no hará nada. Piensan que Él ama y perdona demasiado como para castigarlos. Eva fue engañada por Satanás cuando le dijo que Dios no hará nada si ella desobedece. Ella se volvió vulnerable a la desobediencia el momento que creyó la mentira de Satanás.
Proverbios 1:7 dice, “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.” La primera lección que un creyente debería aprender –el principio de la sabiduría- es lo doloroso de la experiencia cuando se desobedece a nuestro Señor.
El autor de Hebreos escribió, “Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor y no te des por vencido cuando te corrija. Pues el Señor disciplina a los que ama y castiga a todo el que recibe como hijo” (He 12:5-6). Los cristianos somos perdonados por nuestros pecados; pero Dios nos enseñará, por medio del castigo, a no ser desobedientes.
Cuando no tememos la promesa de Dios de castigarnos, nos volvemos moralmente desatados. Si tenemos miedo que Él hará lo que dice en Su Palabra, entonces comenzaremos a tomar en serio Sus mandamientos, y eso es lo que espera el Señor de Sus hijos –ahí es donde comienza la sabiduría.
“El miedo a que los demás me critiquen es tan debilitante que más me importa preservar mi ego y agrandar mi reputación que seguirte a Ti. Dame hoy la oportunidad de demostrarte mi valor al no avergonzarme.”