1 Cor. 11:28 Por tanto, pruébese~~ cada uno a sí mismo, y coma~~ así del pan, y beba~~ de la copa.
Cuando los creyentes se reunían en la iglesia primitiva, ellos siempre compartían una comida y la Cena del Señor. La manera como ellos tenían esta comida se convirtió en un problema.
“De manera que cualquiera que coma este pan o beba esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor” (1 Co 11:27); otras versiones han traducido “de una manera indigna”.
Muchos olvidan que “indignamente” es un adverbio, que modifica la acción del verbo. La pregunta no es si somos dignos, sino si la Cena del Señor está siendo compartida de manera “digna”, demostrando la unidad del cuerpo de Cristo, la iglesia.
Primera de Corintios 11:17-22 describe cómo se había permitido distinciones sociales u otras divisiones en la iglesia, evidenciándolas especialmente en la Cena del Señor (11:18-19).
Aquellos que podían traer comida se adelantaban y comían su comida sin compartirla o sin esperar a otros que podían tener necesidad (11:21-22), haciendo que algunos se sientan no deseados por la forma como eran tratados. Pablo les regañó, “¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada?” (11:22).
La exhortación de “examinarse a sí mismo” significa “habitualmente probarse o escudriñarse” a uno mismo para ver si mis acciones, palabras o vida están edificando la unidad del cuerpo de Cristo o hieren a los miembros.
Hoy es un poco más difícil mostrar esta unidad ya que no tenemos como práctica hacer una comida junto con la Cena del Señor. ¿Expresan todas mis acciones, a cada miembro del cuerpo de la iglesia, que él o ella es una parte importante del cuerpo de Cristo –la iglesia- o mis actitudes comunican rechazo?
En 1 Corintios 11:29: “El que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí”. El “cuerpo” de Cristo no está en los elementos sino en la unidad de la iglesia, ese es el tema de este pasaje. Ignorar este mandamiento puede traer serio castigo (11:29-30). Miremos constantemente nuestras actitudes hacia nuestros hermanos en Cristo. Recuerda, es Su cuerpo, Su iglesia.
“Señor, ayúdame a ser honesto conmigo mismo para admitir cuando ofendo a alguno de Tus hijos, y dame la valentía para reconciliar cada relación posible.”