1 Cor. 10:14, Por tanto, amados míos, huid~~ de la idolatría.
Pablo ordena “estar constantemente huyendo” de la “idolatría”, de la “codicia” (1 Tim 4:10-11), de las “pasiones juveniles” (2 Tim 2:22), y de la “inmoralidad sexual” (1 Co 6:18). No son parte de la vida cristiana.
Aquellos que se someten a un ídolo están diciendo que ese ídolo (sea alguien, o algo) es más valioso, más poderoso y más confiable que el Dios de la Biblia, declarando con ese acto que el único Dios verdadero es débil, egoísta y nada suficiente para suplir sus necesidades, y que por eso no pueden confiar enteramente en Dios. Eso les acarrea muchas tentaciones.
Desde la caída, el hombre ha buscado hacer a Dios a su propia imagen. Y ya que el dios del hombre es demasiado débil para crear todas las cosas, entonces debe especular cómo se hicieron las cosas por casualidad.
Al desarrollar una teoría que contesta nuestras preguntas, nos volvemos vanidosos y orgullosos, creyendo que nuestra teoría es un hecho. Y al sentir que “lo hemos descubierto”, la razón se vuelve el dios a quien elegimos servir.
Idolatría es la adoración a cualquier dios falso: objeto, idea, filosofía, hábito, ocupación, deporte o cualquier cosa que ha llegado a ser el enfoque principal de tu vida y de tu lealtad. Lo que sea que se convierta en la fuente de tu satisfacción, el recurso del que dependas, la fuente de tu felicidad, o la respuesta a todas tus preguntas en cuanto a la vida, eso se ha convertido en tu dios.
Sin embargo, no existe otro dios sino el Dios de la Biblia. Dios no puede ser reducido a una imagen, ni puede ser visualizado por la mente humana. Adorar a personas, aunque sean piadosas, es idolatría (1 Tim 2:5).
Una lealtad extrema a las ambiciones, deseos, posesiones, fama personales, y cosas parecidas, pueden también ser idolatría (Mt 6:21). La avaricia es idolatría, evidenciada por el materialismo codicioso (Ef 5:5).
La lascivia o deseos desordenados son idolatría; Pablo describió a los “enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal” (Fil 3:18-19). ¿Has sustituido tu lealtad a Dios por algo más? Cuéntale a Él.
“Señor, si yo solo pudiera odiar el pecado tal como Tú lo odias. Enséñame a nunca amar ninguna cosa que haga que mi corazón deje de ser leal a Ti. Recuérdamelo hoy cuando surjan opciones que cuestionen mi lealtad a Ti.”