Febrero 19. Traten a los demás como quieren ustedes ser tratados.

Lucas 6:31, Traten~~ a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes.”

La “Regla de Oro” no es el evangelio, sino una regla para vivir la vida cristiana hoy. 

El Sermón del Monte son instrucciones resumidas en una serie de reglas cuyo enfoque son las actitudes. Son disposiciones para asemejarnos a Cristo, pero no son deberes legales. ¿Queremos ser como Él?     

Lucas nos enseñó cómo demostrar con nuestras actitudes el amor incondicional de Dios: (1) ama a tus enemigos (6:27a); (2) haz el bien a los que te odian (6:27b); (3) bendice a los que te maldicen (6:28a); (4) ora por los que te tratan mal (6:28b); (5) no tomes venganza (6:29a); (6) da libremente (6:29b-30); y, (7) trata a otros como quieres ser tratado tú (6:31). Les exhortó a los discípulos  que tengan hacia otros la misma actitud de misericordia que Dios había tenido con ellos.

El fundamento de las relaciones es la confianza.  La confianza de que cada parte protegerá los intereses y necesidades del otro. La gente ama devolver el amor a quienes los aman. Cuando amas a tus enemigos, ellos pueden sentirse culpables por su hostilidad y responder con mayor rechazo y odio –eso sufrió Cristo (Ro 5:7-8). Por otra parte, algunos responderán a nuestro amor con la misma medida con que nosotros les amemos a ellos (6:37-38).

Este mandamiento es similar a decir “ama a tu prójimo”. El tiempo imperativo presente significa “estar continuamente haciendo que algo suceda”, especialmente para beneficiar a otra persona. La Regla de Oro no tiene restricciones, porque el amor no depende de la respuesta de la otra persona.

Nuestras acciones hacia otros no deberían estar determinadas por su reacción hacia nosotros; deberíamos, más bien, saber que nuestro objetivo es  reflejar la actitud de Dios hacia otros. Que Su paciencia, amor, perdón, compromiso y cuidado por los pecadores llegue a ser nuestra actitud hacia todos los demás, en todo momento. ¿A quién puedes tú mostrar hoy  el amor de Cristo?

Mi Salvador, gracias por amarme incondicionalmente, especialmente cuando no lo merezco.  El ejemplo Tuyo en Tu palabra está siempre delante de mí.  Que me mantenga recordando cómo te preocupas Tú  por los demás.

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