Rom. 12:16 Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios~| en vuestra propia opinión.
¿Cómo puede la gente pecadora que ha edificado opiniones egoístas e infladas en cuanto a sí mismos, llevarse bien con otros? El contexto de este pasaje comienza en Romanos 12:9-16 que describen lo que conducirán a la armonía y unidad. Aquí les doy mi traducción parafraseada:
“Cuando nos amamos o cuidamos mutuamente, deberíamos hacerlo sin presunción o interés propio, deberíamos odiar la pornografía o la maldad sensual y unirnos a cosas buenas y sanas. Deberíamos desarrollar nuestras relaciones con un afecto familiar, mostrándonos honor y dándonos prioridad los unos a los otros. Todos deberíamos aplicar estos principios diligentemente y con entusiasmo y siempre estar apasionadamente motivados a servirnos mutuamente como en una emergencia –regocijándonos continuamente (individualmente o como un cuerpo) en la esperanza, manteniéndonos firmes bajo la presión, compartiendo productos de primera necesidad con otros creyentes, y especialmente hospedando a otros creyentes. Sé ayuda o bendición (el único imperativo) a aquellos que te persiguen; recuerda siempre bendecir a otros y nunca desear a nadie la ruina o la mala suerte. Debemos identificarnos con aquellos que están contentos, pero también llorar con los que lloran. Todos deberíamos tener esta mentalidad –no buscando u ocupándonos principalmente en las cosas prestigiosas que pensamos merecer, sino más bien juntándonos con el humilde o con quienes tienen una clase social más baja, y haciéndoles sentir que somos de igual condición en Cristo.”
El segundo imperativo en esta declaración final es, “no seáis sabios en vuestra propia opinión”. Proverbios habla de los presumidos: “¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del necio que de él” (Pr 26:12). Este tipo de “necio” es alguien lleno de sí mismo, que odia cualquier tipo de corrección o conocimiento que no venga de él (18:2).
El “necio” de la Biblia es el típico narcisista, centrado en sí mismo. Reconozcamos estos rasgos, mayormente en nosotros mismos, y demos pasos para enfocarnos en las necesidades de otros más que en nuestros propios deseos o grandeza.
“Señor Jesús, yo odio el engreimiento en otros, pero ¿demuestro yo engreimiento en mi propia vida? Enséñame a valorar la humildad más que querer siempre tener la razón o querer que todos conozcan mi grandeza. Por favor, Señor, no dejes que me convierta en un “necio” ante Tus ojos”.