Febrero 27. Salúdense los unos a los otros.

1 Cor. 16:20, “Os saludan todos los hermanos. Saludaos*~ los unos a los otros con ósculo santo.”

Al concluir Pablo su Carta a los Corintios, fue muy cuidadoso de mencionar a algunas personas de Éfeso que tenían lazos con los de Corinto.

Pablo escribió 1 Corintios 16:20 desde Éfeso, y da este saludo escrito para mostrar la necesidad de saludarse personalmente cuando se reúnen todos los hermanos.

Existían mayormente iglesias caseras: “Las iglesias de aquí, en la provincia de Asia, les mandan saludos en el Señor, igual que Aquila y Priscila y todos los demás que se congregan en la casa de ellos para las reuniones de la iglesia” (16:19). Aquila y Priscila habían estado con Pablo en Corinto estableciendo iglesias caseras, y ahora estaban en Éfeso continuando el mismo trabajo.

El mandamiento aoristo es “salúdense unos a otros con beso santo”, mandamiento que se repite en Romanos 16:16, y varía un poco en 2 Corintios 13:12 y en 1 Tesalonicenses 5:26. A este saludo se lo llamó “beso de amor” (1 P 5:14). Los creyentes debían mostrar su afecto con un beso santo.

En la mayor parte del mundo, un beso en el aire, topándose las mejillas, es un saludo común para la familia y amigos cercanos. Algunas culturas saludan con uno, dos o tres besos en las mejillas opuestas. Los apretones de mano se reservan para ocasiones formales y nuevos conocidos.  En culturas más reservadas, el beso en la mejilla entre hombres es incómodo, aunque era una práctica en Hechos 20:37 cuando los ancianos de Éfeso le despidieron a Pablo.

La función básica, sin embargo, es dar una muestra de unidad, solidaridad y respeto mutuo entre todos los creyentes, sin importar clase, género o raza en el cuerpo de Cristo. Es para mostrar que la familia de Dios es tan importante como la familia de sangre, con cualquier diferencia superficial.

Se lo llama beso “santo” porque su propósito no es sensual sino espiritual, es decir, para comunicar que somos familia. Cualquiera sea la aplicación cultural de este principio, es un mandamiento. La gente necesita que constantemente se le asegure que es aceptada en la familia de Cristo. Es un ministerio de aliento y cuidado de los sentimientos y necesidades mutuos.

 “Señor Jesús, solo podemos imaginar cómo nos vas a recibir en el cielo, pero que nosotros practiquemos saludarnos con nuestra familia eterna cada vez que nos encontremos en la tierra y así mostrar nuestra unión.”

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