Lucas 10:2 “Y les decía: “A la verdad, la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Rogad*!, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.”
Jesús concluyó Su ministerio en Galilea, y lo que más le importaba era buscar discípulos. Vemos algo de Su constante tarea de reclutar discípulos desafiándolos a dejar de lado sus ambiciones, y seguirle.
Aunque muchos (la mayoría) estaban enfocados en sus propios intereses y se alejaron de Su llamado (Lucas 9:57-61), dijo: “Ninguno que ha puesto su mano en el arado y sigue mirando atrás, es apto para el reino de Dios” (9:62). Los compromisos a medias, no durarán.
Antes de su último viaje a Jerusalén, Jesús seleccionó setenta y dos discípulos para su misión final. Les entrenó a estos y a otros, junto con los Doce; más tarde, todos ellos se convertirían en líderes de la iglesia. Este grupo (Lucas 10:1) de los setenta y dos “otros” no incluía a los Doce. ¿Debemos hacer así el ministerio?
En lugar de esperar que la gente místicamente “sienta”, ¿debemos nosotros tomar la iniciativa y llamarlos a dejar su vida y seguirle a Jesús, y luego entrenar personalmente, para el ministerio, a nuestros propios discípulos?
En su primera “cosecha”, Jesús enseñó a este primer grupo de discípulos a orar por más “obreros” porque experimentaron lo inmenso de la tarea de compartir las “Buenas Nuevas” del Salvador del mundo.
Hasta hoy, las poblaciones no-cristianas (dos tercios del mundo) prácticamente no reciben ningún mensaje del sacrificio de Jesús de ningún discípulo de Cristo. ¿Estás orando para que Dios te guíe a invitar a alguien a tener un discipulado contigo?
Existen aproximadamente 2,000 grupos de personas no alcanzadas que hablan lenguas que ningún cristiano habla. Alguien debe aprender sus lenguas y culturas raras y arriesgarse a ir y contarles del evangelio. ¿Se merecen la oportunidad de escuchar el evangelio? “
Definitivamente sí”, pero traicionamos esa respuesta por lo poco que oramos por “obreros”, por lo poco que nos importan aquellos que nunca han escuchado el evangelio, y por lo poco que ayudamos a aquellos que sí están yendo. Ten cuidado, cuando ores por obreros, ¡puede ser que estés pidiendo que Dios te envíe a ti!
“Amado Señor, hay todavía mucho trabajo por hacer para que el evangelio llegue hasta el último grupo. Quiero ser obediente y te pido que envíes obreros alrededor del mundo para cumplir esa tarea. “Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8).