Col. 3:2 “Poned~~ la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.”
Nuestra motivación en la vida proviene de lo creemos valioso. La Biblia enseña que la mayor satisfacción estará en la gloria, frente a nuestro Salvador, recibiendo nuestras recompensas y descubriendo nuestro propósito eterno.
Esta vida es solamente el comienzo, el terreno de prueba, la oportunidad de demostrar nuestro valor en el reino de Dios tanto ahora como en el mundo venidero.
Esta perspectiva cambia todo. Pablo lo expresa así: “no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Co 4:18). Saber que somos eternos hace que el plan de Dios sea muy valioso.
Manda a “mantenernos continuamente (resuélvanse a) pensando en cuanto a las cosas de arriba”. Es decir, que seamos “transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento” (Ro 12:2). Esto requiere que aceptemos nuevos valores y caminemos con una nueva filosofía de vida.
En Colosenses 3:2, Pablo agradecía a la iglesia de Filipos por su generosidad: “No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta” (Fil 4:17). Esta ofrenda estaba siendo contabilizada en el cielo. Jesús dijo: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt 6:21).
Una manera de asegurarte que estás enfocándote en el cielo es comenzar a invertir en el propósito y objetivos del cielo: “Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa” (Mr 9:41).
Cuando los cristianos perdieron todo debido a la persecución, les dijo: “…el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos” (He 10:34).
La razón de nuestra generosidad y bondad de hoy, aún con quienes se nos oponen, son nuestras consecuencias eternas: “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande” (Lc 6:35). Somos sabios al conocer las reglas para recibir Sus recompensas, y nosotros vivimos para Su aprobación.
“Amado Padre celestial, te pido que me des la sabiduría para enfocarme en Tus propósitos mientras vivo en esta tierra. Tus palabras renuevan mi mente y mantienen mi vida en buen camino.”