Juan 15:7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid*~ todo lo que queréis, y os será hecho.
Desde niños hemos escuchado historias de un genio que otorga tres deseos a su amo. El protagonista siempre debía tener cuidado de elegir bien esos tres deseos porque podía recibir lo que quería, pero también recibiría sus consecuencias.
La clave para la oración efectiva es saber qué pedir: “Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye” (1 Jn 5:14). Eso requiere, antes que nada, que conozcamos “Su voluntad”, la cual está revelada en Su Palabra.
La primera condición de Juan 15:7 es “si permanecéis en mí”; esta es la traducción del verbo que significa “habitar o vivir”, que en tiempo aoristo significa una acción completada, una unión permanente. El contexto usa la metáfora del creyente siendo injertado en la Vid (Jesús es la Vid; Jn 15:1) en una unión inseparable, con la vida de Jesús fluyendo hacia nosotros, las ramas. Si hemos sido unidos a Cristo en la salvación, Su Espíritu fluye hacia nosotros capacitándonos para pensar y ser como Él (Fil 2:5).
La segunda condición, “y mis palabras permanecen en vosotros”, es el pre-requisito para conocer la voluntad de Dios, básica para la oración efectiva. “Permanecer” es, igualmente, la unión permanente entre nuestro corazón y las enseñanzas de Jesús. El Espíritu injerta Su Palabra en nuestra mente y corazón.
Nuestros pensamientos y sueños ya no se basan en aspiraciones egoístas. Sus valores, prioridades, principios y mandamientos se convierten en nuestra guía para pensar y planificar conforme a lo que Dios desea.
Si conocemos Su voluntad al estudiar Su Palabra y pedimos Su intervención, entonces “sabemos que Él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (1 Juan 5:15).
Somos responsables de moldear nuestra vida de acuerdo a los valores, principios y mandamientos de la Palabra de Dios. Solo ahí podremos pensar como Él piensa y desear lo que Él desea. ¿En realidad queremos estar así tan cerca de Dios? Recuerda: En algún lugar de Su voluntad está una cruz.
“Entiendo, amado Señor, que solamente puedo saber qué pedir cuando oro y estoy inseparablemente unido a Ti y a Tu palabra. Ayúdame a aprender a pensar como Tú, porque así tendré claro lo que debo pedirte.”