Ef. 6:4, “…criadlos~~ en la disciplina y amonestación del Señor.”
Dos sociólogos de Harvard realizaron un estudio que determina cuatro factores que generan niños delincuentes: (1) falta de disciplina firme, justa y consistente por parte del padre; (2) falta de compañerismo de la madre cuando los niños están en casa; (3) no demostrar afecto entre los padres, o hacia los niños; y (4) falta de tiempo de participar todos juntos en actividades en familia.
Los padres deben “no provocar a ira a sus hijos” (herramienta favorita de Satanás para destruir relaciones, Ef 4:26-27), y “criar” a los hijos, es decir, “llevarlos a la madurez, educarlos”.
Hay dos técnicas para ayudar al niño a madurar: “Disciplina e instrucción en el Señor”.
“Disciplina” tiene la misma raíz de “pedagogía”, o entrenamiento de un niño, lo cual incluye cultivar la mente y la moral con corrección y castigo. Ese castigo tiene como objetivo la instrucción moral, no el escarmiento por acciones negativas.
Dios nos da Su sabiduría: “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige” (Prov 13:24). Generalmente, el padre quiere ser “amado” por su hijo, y se resiste a enseñarle el dolor de la desobediencia.
Al ignorar este mandamiento, los padres garantizan que sus hijos se comportarán como el necio bíblico: “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él” (Prov 22:15).
“Instrucción” o “amonestación”, son “palabras de aliento, o reprensión que lleva a un comportamiento correcto”. La memoria no olvidará la consecuencia de la desobediencia.
En Hebreos 12:5-6 Dios nos da el modelo perfecto: “¿Acaso olvidaron las palabras de aliento con que Dios les habló a ustedes como a hijos? Él dijo: Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor y no te des por vencido cuando te corrija.
Pues el Señor disciplina a los que ama y castiga a todo el que recibe como hijo”.
El amor y la disciplina van de la mano, pero el tema más importante es que el padre nunca debe comunicar rechazo, especialmente con amenazas. Cuando el castigo se termina, la relación íntima debe ser inmediatamente restaurada.
“Tú has provisto el ejemplo perfecto de paternidad. Ayúdame a seguirte en la crianza de mis hijos con una disciplina correcta e instrucción amorosa.”