Junio 1. Glorifica a Dios con tu cuerpo.

Junio 1 1 Co 6.20 Glorifica1 Cor. 6:20 “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad,*~ pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.”

En una película reciente, un robot se negó a obedecer a su amo tomando sus propias decisiones. Fue un caos.

Aunque no somos robots, tenemos un Creador que nos hizo a Su imagen, con muchos de Sus atributos, con un propósito. Como el Hijo se somete a la voluntad del Padre, así fuimos nosotros creados para tener una relación que desee caminar y someterse a Su voluntad.  Cuando el pecado entró en la escena humana, buscamos nuestra propia voluntad y nos volvimos como ese robot rebelde.

Por sexta vez en este capítulo, Pablo preguntó, “O no sabéis que…?” (1 Co 6:19), recordándoles cómo, cuando llegaron a ser creyentes, el Espíritu llegó a ser un residente permanente dentro de cada uno de ellos, y de nosotros, tanto que nos llama “templo del Espíritu Santo” (6:19). 

Pablo escribió “Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en Él” (Col 2:9-10).  ¿Qué deberíamos pensar de nuestros cuerpos si la plenitud de Dios habita dentro de nosotros?

El verso anterior termina con una declaración categórica: “no sois vuestros” (6:19). Tratar a tu cuerpo como una posesión personal, privada, que busca su gratificación, sin importar las instrucciones de Dios, es simplemente robar. Él pagó por tu vida para que pudieras honrarle a Él con tu cuerpo y con tu vida.

El templo es un lugar de adoración, sacrificio, oración y comunión con Dios, así también el cuerpo del creyente debería llenar esos sublimes objetivos. Si vamos a ¨glorificar a Dios en (nuestro) cuerpo y en (nuestro) espíritu, que son de Dios¨, entonces debemos hacer de éste un lugar digno de oración, adoración, sacrificio y servicio obediente, apartado para Sus propósitos (Ro 12:1-2).

Nuestros cuerpos “fueron comprados por precio”. Nuestro Salvador pagó con Su vida y con Su sangre para redimirnos para Dios, por eso nuestro cuerpo y nuestra alma le pertenecen a Dios.

¿Renunciarás a todos tus derechos sobre tu cuerpo y le darás el control a Su voluntad, sea cual ésta sea? ¿Es así de grande tu confianza en Él?

 “Estoy tan agradecido de Tu gracia al cubrir todos mis pecados y aceptarme como Tu hijo que quiero mostrar al mundo cuánto significas para mí.  Que todas mis acciones y reacciones reflejen Tus principios y mandamientos.”

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