1 Pedro 3:3-4 “Dejen que su belleza no sea externa~| – de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos,– sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.”
Jesús nos enseñó cómo influenciar a nuestra generación y a nuestras relaciones inmediatas: “Dejen que su luz brille ante los hombres, para que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre en el cielo” (Mt 5:16).
Validamos nuestra fe cuando decimos a la gente que Jesús es nuestra luz y la fuente de vida y mostramos nuestras buenas obras o nuestra nueva forma de vivir para los demás.
Pedro describe principios para la sociedad (1 P 2:13-17) y para nuestro trabajo (1 P 2:18-25). Ahora dirige sus mandamientos a la familia (3:1-7): El contexto habla de una esposa cristiana y un esposo no salvo. La nueva fe de ella la lleva a someterse a su marido (3:1), independientemente de si es áspero o amable.
En la cultura romana, las esposas debían adorar a los dioses de sus esposos. La sociedad romana se construía sobre dioses; cuando se ofendía esa estructura religiosa, la familia y la sociedad se sentían amenazadas. Los cristianos frecuentemente eran acusados de provocar calamidades públicas porque alteraban lo establecido en el imperio.
Primero, una “mujer que tiene un esposo no creyente, y él está de acuerdo en vivir con ella, no lo tiene que echar [o divorciarse]” (1 Co 7:13, 39).
Segundo, debe “ser sumisa a [su] propio esposo, para que… puedan ser ganados sin palabra sino con el comportamiento de sus esposas, mientras ellos observan [su] conducta casta y respetuosa” (1 P 3:1-2).
Tercero, sus “adornos no tienen que ser simplemente externos…, sino dejar que sea la persona escondida del corazón… con un espíritu suave y apacible”. Este mandamiento implica un cambio de prioridad para la esposa creyente; cambio que la hará diferente y, de hecho, más atractiva.
Las mujeres creyentes debían dedicarse a mostrar sus vidas transformadas y sus actitudes intencionales de amor, gozo, paz, y esperanza. Sus adornos externos serían decentes, no ostentosos.
¿Qué es más importante para ti: la belleza externa o interna? ¿Cómo puedes dejar que tu “luz brille” para ser “preciosa a los ojos de Dios?” (1 P 3:4).
“La belleza de Tu carácter ha enamorado mi corazón, aunque no tengo idea de cómo Te ves. Enséñame a reflejar Tus valores y Tu belleza de corazón los cuales son más elevados que la fachada de modas descoloridas.”