Rom 13: 8 “No debáis~| a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.”
Es una política insensata de parte de los gobiernos convencer a la gente que la economía depende de que todos gasten más, aunque tengan que pedir dinero prestado.
La deuda puede ser un amo malvado. Proverbios advierte, “Si no tuvieres para pagar, ¿Por qué han de quitar tu cama de debajo de ti?” (Prov 22:27). “El que toma prestado es siervo del que presta” (22:7). Debemos minimizar nuestras deudas. Cuando reconocemos el riesgo de obtener préstamos nos damos cuenta que necesitamos sabiduría.
Jesús enseñó, “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande” (Lc 6:35). La singularidad de los creyentes es su deseo de vivir para beneficiar a otros, confiando que luego recibirán un galardón celestial.
Primero, prestar debería ser una medida temporal para asegurar lo mínimo de mercadería necesaria para continuar un negocio o para un flujo de ingresos.
Segundo, debemos calcular cuidadosamente y asegurarnos de poder pagar nuestras deudas, porque “El impío toma prestado, y no paga” (Sal 37:21). En tiempos difíciles, cuando los ingresos no son seguros, debemos endeudarnos lo mínimo.
Tercero, no se vive sabiamente si se pide prestado para cosas innecesarias; y, generalmente, es por avaricia: “Hay quien todo el día codicia; pero el justo da, y no detiene su mano” (Prov 21:26). ¿Pides prestado para alardear o jactarte de tus nuevas adquisiciones? La sabiduría advierte que: “el malo se jacta del deseo de su alma” (Sal 10:3).
Cuarto, pedir préstamos puede alimentar la maldad de la avaricia: “Se apresura a ser rico el avaro, y no sabe que le ha de venir pobreza” (Prov 28:22).
Un amor mutuo (no un amor de una sola vía) produce un sentimiento saludable de debernos los unos a los otros, en Cristo. Dios nos ama, por eso devolvemos ese amor al amarnos mutuamente y estar “en deuda con todos…” (Ro 1:14).
Ya que hemos recibido el amor de Dios como un regalo, nosotros les debemos ese amor a aquellos que nunca han escuchado Su palabra. ¿Hay algún paralelo financiero con este principio? Medita en eso y dile al Señor tu respuesta.
“Padre, dame la convicción y la sabiduría para salir de las deudas y vivir dentro de los medios que Tú me has provisto.”