Heb. 13:16 “Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis~|; porque de tales sacrificios se agrada Dios.”
La pasión por Dios y por cantarle canciones de alabanza está en auge, especialmente entre los jóvenes hambrientos de sentir la presencia de Dios. Esa alabanza puede ser transformadora, siempre y cuando no suplante o reste importancia a la palabra de Dios.
El salmista dijo: “alabaré tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad; porque has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas” (Sal 138:2). Dios quiere que exaltemos Su Palabra en seria obediencia, inclusive más que Su Nombre.
La belleza de la alabanza es que: “ofrezcamos siempre a Dios…, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (He 13:15).
Una de las manifestaciones de una vida transformada es la capacidad de generar más ingresos que antes de llegar a Cristo y tener como meta “dar” generosamente: “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad” (Ef 4:28).
La principal razón de Dios para prosperar a alguien es convertirlo en una fuente de provisión o un ejemplo de sacrificio para el resto del cuerpo de Cristo.
Así como la vida de alabanza de Jesús al Padre hubiera significado poco para el mundo, a no ser por Su sacrificio en la cruz, así también la alabanza que sale de tu boca significa poco para Dios o para el mundo, a menos que te sacrifiques en beneficio de otros.
Es imposible imaginar a un adorador judío del Antiguo Testamento viniendo al templo sin un sacrificio de agradecimiento a Dios por Sus bendiciones y Su presencia. Este principio continúa en el Nuevo Testamento con este llamado a sacrificarte y compartir generosamente lo que Dios te ha dado. El mandamiento “dejar de ser negligentes” implica que habían sido negligentes en esta parte de su adoración.
La alabanza no es música, ¡es sacrificio! David dijo, “no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada” (2 Sam 24:24). La alabanza vacía son meras palabras o canciones, sin sacrificio. Pero una alabanza genuina se canta desde una cruz… ¡tu cruz!
“Señor, mantenme alerta hoy a las necesidades de quienes me rodean. Hazme curioso de saber