Heb. 3:13 “antes exhortaos los unos a los otros~~ cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.”
El libro de Hebreos fue escrito para convencer tanto a los jóvenes judíos creyentes como a aquellos que están cerca de poner toda su confianza en el Mesías-Cristo.
El autor establece un mandamiento para el ganador de almas y discipulador: “Estén continuamente exhortándose unos a otros todos los días”.
“Exhortar” significa “ponerse junto a” y “consolar, ayudar, alentar o desafiar”. Cabe señalar que cuando Jesús habló del Espíritu Santo, Quien vendría pronto a morar permanentemente en cada creyente, Él uso el nombre “Paracleto”, que es la misma palabra.
El Espíritu Santo es nuestro Consolador, Ayudador, Alentador y Desafiador. Cuando consolamos o animamos a alguien, nos unimos al Espíritu en esa tarea. Esa es la llenura del Espíritu.
Debemos cuidarnos mutuamente todos los días. Debemos enseñarnos y amonestarnos mutuamente con toda sabiduría: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales…” (Col 3:16).
Pablo caminó grandes distancias a través del Asia, Macedonia y Grecia para poder estar “confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hch 14:22).
La razón principal de reunirse como cuerpo de una iglesia es la de ejercitar este ministerio mutuo: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (He 10:25).
Debemos aprovechar cada conversación, cada encuentro, si es que nos importan los demás. Solo cuando un amigo que teme a Dios se preocupa lo suficiente para involucrarse en exhortar, animar e instruir a otro, es que podemos todos mantenernos fieles al Señor.
¿Nos importa tanto el Cuerpo de Cristo como para asumir esta responsabilidad de cuidarnos y aprender a exhortarnos mutuamente?
“Padre Celestial, que tu palabra esté tan arraigada en mí que Tu Espíritu pueda libremente impulsarme a reforzar a otro creyente donde sea que yo perciba una necesidad”.