Santiago 4:11 “Hermanos, no murmuréis~| los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley, pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.”
Es fácil condenar a alguien por una adicción a las drogas o a la pornografía, pero el vicio más destructivo es “hablar mal contra otro”, es decir, murmurar y difamar a un “hermano o hermana”.
El placer de estar del lado crítico de la murmuración y el chisme crea una amistad secreta, corrupta, de auto-justificación que inevitablemente genera adicción a la difamación.
Las víctimas dañadas generalmente son despedidas, huyen, o solo desaparecen, y a nadie le importa cuán profundamente fueron heridas o golpeadas en su espíritu. Estos adictos a la difamación comienzan luego a buscar otra víctima, y se sienten justos por deshacerse de un hermano/a indeseable.
¡Es mucho peor cuando al difamador/a no le importa destruir una parte del cuerpo de Cristo! La persona piadosa es la que “no se presta al chisme, ni le hace daño a su vecino, ni habla mal de sus amigos” (Sal 15:3NTV). Dios declaró en Salmos 101:5NTV, “No toleraré a los que calumnian a sus vecinos; no soportaré la presunción ni el orgullo”.
Pablo dijo que los problemas de la iglesia de Corinto fueron causados por “peleas, celos, enojo, egoísmo, calumnias, chismes, arrogancia y conducta desordenada” (2 Co 12:20NTV).
También les escribió a los Efesios, “Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta” (Ef 4:31NTV). Pedro también ordenó, “…desháganse de toda mala conducta. Acaben con todo engaño, hipocresía, celos y toda clase de comentarios hirientes” (1 P 2:1NTV).
La cosa más malvada en cuanto a la difamación es que no existe intento o esfuerzo alguno por ayudar a la víctima, sea aconsejándola, asistiéndola o animándola. El verbo significa “hablar en contra” y se refiere a hablar “sin conciencia, sin cuidado, con crítica, con desprecio, con falsedad o con exagera-ción en contra de otros” quienes generalmente son vistos como una posible amenaza o estorbo para tu grupo.
El tiempo del verbo sugiere que ya estaban calumniando antes en la iglesia y que eso debía parar.
¿Puedes tú ayudar a parar la plaga de la difamación y murmuración en tus círculos de influencia?
“Amado Jesús, que Tu Espíritu traiga pronta y profunda convicción en mí cualquier momento que pueda estar tentado/a a hablar mal de otro creyente. Ayúdame a reconocer lo profundo de la herida que produzco en Ti y en otros cuando cedo a ese tipo de conducta.”