1 Pedro 1:22 “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros*~ entrañablemente, de corazón.”
Pedro escribe a quienes “han purificado sus almas obedeciendo la verdad”. La palabra “purificado” significa “algo que ha sido separado con un propósito especial”.
Este acto purificador fue completado en el pasado (forma en tiempo perfecto), pero implica la necesidad de una consagración continua para lograr la meta del progreso espiritual “al obedecer la verdad.”
Los creyentes comenzaron a creer en el evangelio y continuaron viviéndolo al obedecer todas las verdades, con plena confianza, a medida que las iban aprendiendo. Pablo escribió, “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él” (Col 2:6).
“Por tanto” indica que el propósito de nuestra nueva vida es “mostrar sincero amor mutuo” o “amor fraterno”. Jesús dio un nuevo mandamiento que tendría un impacto evangelista: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). Este amor viene de la palabra que significa “sin pretensión, actuación o simulación”, “amor genuino, real o verdadero”: un amor familiar constante, de toda la vida.
El mandamiento de “inmediatamente comenzar a amarse los unos a los otros” requiere un compromiso de la voluntad, y no es una respuesta emocional. Este tipo de amor se decide, no por lo atractivo del objeto al que se ama, sino por el deseo de beneficiar a la otra persona.
Se nos instruye a amar “sinceramente”, un término fisiológico que significa “estirar un músculo o una extremidad a su máxima capacidad”. Metafóricamente significa “fervientemente” o “hacer todo lo posible”. Los dos términos son utilizados en 1 Pedro 4:8, “Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados”
Dios no está pidiendo sacrificios que serán olvidados, “porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia Su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún” (He 6:10). Valdrá la pena, no importa el precio que eso te cueste.
“Padre celestial, el mundo necesita desesperadamente ver Tu amor en acción entre los creyentes. Por favor, dame la voluntad y la sabiduría para amar a mis hermanos y, al hacerlo, dejar claro al mundo de Tu gran amor por todos.”