Marzo 20. Amonesta a tu hermano y perdónalo

Lucas 17:3 “Así que, ¡cuídense! Si un creyente peca, repréndelo*~; luego, si hay arrepentimiento, perdónalo*~”

   La combinación de amonestar y perdonar hace que las relaciones cristianas sean únicas en este mundo. En Lucas 17:1, Jesús advirtió, “Siempre habrá tentaciones para pecar, ¡pero qué aflicción le espera a la persona que provoca la tentación!”.

Estamos tan predispuestos a desobedecer que tenemos que cuidarnos el uno al otro y estar abiertos a amonestar.

Santiago dijo la misma cosa: “Es cierto que todos cometemos muchos errores. Pues, si pudiéramos dominar la lengua, seríamos perfectos, capaces de controlarnos en todo” (Santiago 3:2).

Entonces todos vamos a ofender a alguien alguna vez. Si esta es nuestra tendencia, entonces todos deberíamos frecuentemente amonestarnos (o ser forzados a reconocer nuestros propios pecados), arrepentirnos, pedir perdón y ser restaurados.

El mandamiento progresivo de “continuamente sigan cuidándose” nunca puede ser ignorado. Sin embargo, este es un mandamiento plural, así es un mandamiento para el cuerpo. Jesús nos ordenó que nos cuidemos mutuamente: “Cuídense el uno al otro”.

El mandamiento de “amonestar”  significa “acusar a alguien de ser culpable, censurar fuertemente”. Esa es la tarea de todos nosotros para prevenirnos mutuamente de ser destruidos o de destruir a otros con nuestro pecado. Sí, en efecto, tú eres el “guardián de tu hermano” (Gn 4:9). Esa confrontación requiere de un espíritu de humildad, compromiso de perdonar, y franqueza.

En el siguiente versículo, Jesús dice que tienen que perdonar hasta siete veces “en un día”. Los rabinos enseñaban que perdonar tres veces en un día hacía perfecto a un hombre.

Después, cuando Jesús habló sobre los tres pasos de confrontación del pecado (Mt 18:15-17), Pedro soltó una pregunta que pensó que Dios no la tomaría en serio: “¿Cuántas veces tiene que pecar mi hermano contra mí y yo perdonarle, siete veces?”.

Jesús respondió, “¡No siete veces, pero de cierto les digo, setenta veces siete!” (Mt 18:21-22). Él estaba diciendo, “¡Perdona al pecador siempre, incondicionalmente, tal como Yo a ti!”.

Lo único que los apóstoles pudieron decir sobre este mandamiento era “¡Señor, aumenta nuestra fe!” (Lucas 17:5). No fue más fácil para Pedro de lo que es para nosotros hoy, pero debemos obedecer.

Señor, cuando peco, ayúdame a estar dispuesto a ser reprendido y a tomar acciones para cambiar mi comportamiento. Así puedo estar listo a reprender a otros.

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