Santiago 4:8b “Pecadores, limpiad*~ las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad*~ vuestros corazones.”
Santiago, el hermano de nuestro Señor, había dado una serie de exhortaciones para someterse a Dios, resistir al diablo y acercarse a Dios.
“Anhelo y hasta desfallezco de deseo por entrar en los atrios del Señor. Con todo mi ser, mi cuerpo y mi alma, gritaré con alegría al Dios viviente” (Sal 84:2NTV).
Luego da dos mandamientos adicionales para el sacerdote-creyente al acercarse a Dios: “limpien sus manos” y “purifiquen sus corazones”. Cuando el creyente va a orar, es con la expectativa de entender la voluntad de Dios a fin de practicar Su palabra y mostrar el cuidado de Dios por la gente.
Aunque Santiago confía que a estos lectores Dios les hizo “nacer por la palabra de verdad” (Santiago 1:18), él dirige este mandamiento a “pecadores”. El pecado separa al hombre de Dios. “No se levantarán los malos en el juicio, ni los pecadores en la congregación de los justos” (Sal 1:5).
Generalmente, los creyentes pierden de vista lo horrible de sus pecados y de su necesidad imperiosa de ser constantemente limpios. Gracias a Dios, “si estamos continuamente confesando nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn 1:9). ¡Que nunca perdamos nuestra necesidad de estar constantemente limpios para ser aceptados en Su presencia!
El salmista preguntó, “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón…” Salmos 24:3-4.
Para ser sacerdotes de Dios, necesitamos estar continuamente limpios de nuestras acciones de egoísmo y desobediencia, y purificar nuestras motivaciones de deseos egocéntricos, para estar siendo perpetuamente transformados a la imagen de la Persona más maravillosa del universo, el Señor Jesús. ¿Deseas sinceramente ser como Jesús?
“Amado Señor, ya que soy solo un pecador salvado por Tu maravillosa gracia, es vital que me mantenga humilde delante de Ti. Dame el entendimiento y la disposición para estar continuamente confesando mis pecados cuando Tu Espíritu me los señala.”