Gál. 5:15 “Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad~~ que también no os consumáis [“destruir, arruinar, quemar”] unos a otros.”
No hay nada que ayude más y que al mismo tiempo sea tan destructiva como la lengua. Puede alentar o destruir. Puede animar o destrozar.
La manera como hablamos es siempre una muestra del corazón: “porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt 12:34).
En Gálatas 5:15, Pablo manda a la iglesia a estar alerta en cuanto a la forma mutua de hablar. Las palabras morder y comer se usan para referirse a animales salvajes luchando en una contienda a muerte, mordiéndose mutuamente. Las luchas de poder suceden cuando sentimos que alguien amenaza nuestras ambiciones o nuestro orgullo.
Los problemas interpersonales son principalmente conflictos de personalidad o de opiniones diferentes. Luego comienza la campaña para desacreditar y aislar al “problemático”. De hecho, el “problemático” nunca es confrontado o ayudado para lograr nuevamente la armonía.
Una vez que el caso en contra de él es lo suficientemente fuerte la gente suele amargarse con esa persona, que luego es eliminada, despedida, o aniquilada emocional-mente. ¿A quién le importa? ¡A nadie! El problema está resuelto… hasta que haya un siguiente “problemático”.
La continua discordia y contención en las iglesias de Galicia provocaron este mandamiento. Esto es lo que Pablo quería decir cuando advirtió a los Corintios en relación a la Santa Cena: no estaban “discerniendo el cuerpo del Señor”, es decir, la Iglesia. La gente estaba siendo herida y a nadie le importaba. ¿A quién le importa si alguien es destruido? ¡Solo a Jesús le importa!
La regla es el amor, que nos ayuda a edificarnos mutuamente o a buscar lo mejor en los demás. Cuando pensamos en otros, se nos manda: “concéntrense en todo lo verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza” (Fil 4:8).
Nunca herirás a nadie si piensas así. Así es como piensa Cristo de nosotros, y nos manda que ahora pensemos de la misma manera los unos de los otros.
“Padre Celestial, cuando miro a otros creyentes, ayúdame a pensar solamente cosas buenas de ellos. Luego ayúdame a buscar maneras de animarles y edificarles para Tu honor y Tu gloria.”