Mayo 10. Amor firme para los desobedientes.

2 Tes. 3:14-15 “Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo~|, y no os juntéis~~ con él, para que se avergüence. Mas no lo tengáis~~ por enemigo, sino amonestadle~~como a hermano.”

“El amor firme” enseña las consecuencias negativas de la desobediencia, sin mostrar rechazo.

Si un niño no aprende por experiencia que la desobediencia trae consecuencias negativas, nunca aprenderá a obedecer siendo adulto.

Pablo aclara que “si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta” debe sufrir las consecuencias. Los escritos inspirados de Pablo son palabras auténticas de Dios Mismo, y los mandamientos no tendrían sentido si no hubiera consecuencias por desobedecerlos.

Dios promete que Él castigará a Su hijo desobediente: “Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad. Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella” (He 12:10-11NVI).

La primera consecuencia es que la congregación entera debe “señalarlo, y no juntarse con él” socialmente. Esto es serio cuando el compañerismo con los hermanos tiene tanto valor que él no quiere perdérselo.

Pablo había advertido dos veces acerca de la ociosidad en su primera carta: 1 Tes 4:11; 5:14 y ahora, el propósito de este tercer paso de disciplina en la iglesia enseña a los que no quieren obedecer los mandamientos que “serán avergonzados”.

Eso les ayuda a verse como pecadores rebeldes, obstinados y centrados en sí mismos, que han actuado indignamente en nombre de Cristo, y les lleva a arrepentirse, cambiando su comportamiento. La disciplina es el medio para obtener como fin una conducta piadosa.

Este no es el cuarto y último paso de la disciplina según Jesús enseñó (Mt. 18:17), por eso el miembro fiel de la iglesia no debe “tenerle como enemigo”.  La congregación entera debe “amonestarlo como a un hermano”, o literalmente,  “advertir, exhortar”, y para eso, la congregación debe haber sido enseñada cuidadosamente acerca de este proceso.

“Si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gá 6:1).

¿Amas lo suficiente a tu familia y a tus hermanos como para exhortarlos y disciplinarlos?

“Amado Señor, enséñame el arte de la exhortación piadosa para obedecer y honrar Tu Nombre. Dame sabiduría para reconocer a quienes no recibirán la corrección y humildemente tratarlos como Tú mandas”.

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