Juan 14:1 “No dejen que su corazón se desanime~|. Creéis en Dios, creed también en Mí.”
Sería la última vez que compartía una comida con sus discípulos, pero ellos no lo sabían. De hecho, se preguntaban si Jesús anunciaría Sus gloriosas intenciones como Mesías.
Debieron emocionarse cuando dijo, “Ahora el Hijo del Hombre es glorificado, y Dios es glorificado en Él” (13:31), sin darse cuenta que Su glorificación significaba Su crucifixión, no Su coronación.
“Hijitos, yo estaré con ustedes por un poco más de tiempo” (13:33). Seguramente pensarían: “¿Qué? Pero si recién empezamos”. Pedro dijo entonces, “Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Yo dejaría todo por seguirte” (13:37). Jesús respondió, “¿Darías tu vida por seguirme? Te digo, el gallo no cantará hasta que me hayas negado tres veces” (13:38).
¿Puedes imaginar el shock y la desilusión? Antes, esa misma noche, Jesús les dijo que uno de ellos Le traicionaría (13:21-25). ¿Decía Jesús que Pedro era el traidor? ¡Cómo debe haberles dolido! Estaban aturdidos y desanimados.
Debemos saber que nada funciona siempre tal como deseamos. Cuando Jesús habló de glorificar al Padre, se refería a una cruz (12:23-25), a morir a la ganancia personal y a entregar su vida, beneficiando a otros.
El fruto espiritual generalmente resulta de una inversión sacrificial e importante en otros, sin beneficio propio. Las vidas son cambiadas cuando apuntan a Cristo.
Esa noche tan emocional (13-17), Jesús anunció que iba al Padre a preparar un lugar especial para ellos. Les dijo que Satanás estaba trabajando en sus mentes (Lucas 22:31-32), y que todos ellos lo abandonarían (Mateo 26:31).
Después de tres cortos años, estos jóvenes deberían continuar solos en el ministerio.
“No dejen que sus corazones se desanimen”, implica que cada creyente es personalmente responsable de la condición de su corazón: “Dejen que su corazón guarde mis mandamientos” (Prov 3:1); “Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque éste determina el rumbo de tu vida” (4:23).
Pensamientos errados, es decir, pensamientos egoístas e ilusiones de grandeza llevan a la desilusión. ¿La solución? “Continuamente creyendo (confiando) en Mí”. Descansa en Su propósito en cada circunstancia de tu vida. Mantente fiel a Su propósito, sin importar nada.
“Señor, ayúdame a aprender buenos hábitos de pensamiento a fin de estar listo para los contratiempos que inevitablemente vendrán. Ayúdame a creerte a Ti en lugar de ceder a preocupaciones o reclamos”.