1 Cor.1:26 “Pues mirad~~, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles;”
Querer recibir respeto del mundo ha sido siempre una tentación. Muchos buscan títulos, fama, prestigio o credibilidad intelectual para ser más efectivos ya que al Cristianismo bíblico se lo ridiculiza como simplista, infantil o irracional.
Sin embargo, muchos llegan a conocer al Señor en la infancia o vienen de trasfondos pobres convirtiéndose luego en grandes líderes, evidenciando así el poder de Dios, Quien finalmente recibe la gloria.
A quienes quieren aceptación basada en su propia justicia, el evangelio les parece tonto. Se ofenden porque la Biblia dice que el evangelio es el único camino para ser aceptado por el Dios santo.
Todas las sociedades han exaltado el poder, la influencia y la riqueza, especialmente en la religión; sin embargo, los valores del Cristianismo bíblico son: servicio humilde, sacrificio y generosidad. Valores que parecen absurdos al mundo. Jesús dijo, “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños” (Mt 11:25). La sabiduría del mundo puede creer, pero su orgullo y autosuficiencia por sus propios logros y bondad les aleja del reino.
Pablo quiere que jamás olvidemos dónde estuvimos antes de conocer a Cristo. Nuestra salvación nada tuvo que ver con nuestra importancia: “Mantente pensando en las circunstancias de tu llamado”. Cuando respondiste al llamado de salvación de Dios,
Él no te aceptó por ser famoso, rico, educado, influyente o poderoso, sino porque entregaste tu vida al Salvador. Pablo estaba construyendo nuevos valores en la iglesia, diciéndoles a los Corintios que debían contentarse porque “no muchos eran sabios en base a los estándares humanos, ni muchos eran poderosos, ni nacidos en posiciones privilegiadas”.
Cuídense de pensar que los importantes, poderosos y ricos son la llave para el éxito de la iglesia. Según Jesús, uno de los más grandes hombres fue Juan el Bautista (Mt 11:11).
Él no tuvo educación formal, negocio, profesión, dinero, estatus social, prestigio, ni importancia. Sin embargo, Dios lo usó para cambiar una nación por su total obediencia a la voluntad de Dios. “Sería hermoso que su descendencia crezca”.
“El llamado a la vida eterna involucra todo de mí, cada día. Ayúdame a ver cuándo estoy perdiendo el tiempo en actividades que no contribuyen a Tu reino.”