1 Cor. 16:22 “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema~~. El Señor viene.”
Algunos piensan que no habrá consecuencias serias por no conocer y amar al Señor Jesús. Muchos padres no pueden castigar a sus hijos en las nalgas, y dicen: ¿Cómo podría condenar Dios a uno de Sus hijos?
Sosteniendo que Dios no condenará a nadie jamás, sino que dará una segunda oportunidad, así como ellos dan segundas oportunidades para todo a sus hijos. Ese es un concepto de un dios fingido, no de Aquel que está presente.
En 1 Corintios 16:22, Pablo advierte apasionadamente lo que sucede cuando seguimos a falsos maestros. Después escribe, “Pero temo que, de alguna manera, su pura y completa devoción a Cristo se corrompa, tal como Eva fue engañada por la astucia de la serpiente.
Ustedes soportan de buena gana todo lo que cualquiera les dice, aun si les predican a un Jesús diferente del que nosotros predicamos o a un Espíritu diferente del que ustedes recibieron o un evangelio diferente del que creyeron” (2 Co 11:3-4NTV).
Por otro lado, a aquellos que aman al Señor se les ha prometido la intervención de Dios en sus vidas: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Ro 8:28).
El tiempo del verbo de 1 Corintios 16:22 significa que es una acción continua, que no deja de estar “condenado”, mostrando así la condición de los no salvos. Juan declaró, “el que en Él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Jn 3:18).
Pablo advierte a quienes supuestamente siguen al Señor Jesús, no por amor al Señor Jesús sino por intereses personales, diciéndoles que son anatemas y están condenados.
Esto nos debería hacer saber que quienes fingen no son salvos, aunque asistan a la iglesia. Ellos son la cizaña en medio del trigo (Mt 13:38). ¿Qué haremos al respecto? El grito de la iglesia es “¡Maranatha!”, “¡Ven pronto, Señor!”
“Tu clase de amor está tan lejos de la forma humana de pensar, que nos toma toda la vida para comenzar a entenderlo. Gracias por Tu Espíritu y por Tu palabra que trabajan en mí cuando estoy abierto a Tu enseñanza. Confío en Ti, Señor, para ayudarme a amarte más cada día.”