Mayo 4. Haz morir a tu vieja naturaleza.

Col 3:5 “Haced morir*~, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría.”

En Colosenses 3:5, Pablo enseña cómo preparar nuestra mente para una vida celestial con Cristo.

Debemos pensar como Cristo y actuar como ciudadanos del cielo mientras esperamos Su retorno.

“Pues” o “por lo tanto”, une este versículo a los anteriores (Col 3:1-4), concluyendo que necesitamos deshacernos de todos los aspectos de la vida que son incompatibles con Cristo y con el cielo.

La clave es “decidir inmediatamente hacer morir” al pecado; concepto que proviene de la atrofia de partes del cuerpo por su desuso. Esos vicios mundanos, que son comunes a los no salvos, deben morir poco a poco, atrofiándolos.

Solo podemos lograrlo “poniendo la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col 3:2). Cuando el cielo es el enfoque, todo lo demás se atrofia. Deseemos que estos pecados nos ofendan como le ofenden a Dios:

“Fornicación”  se refería a relaciones sexuales con una prostituta (raíz porneia, de donde viene “pornografía”). Cubre cualquier relación sexual fuera del matrimonio. Estas malas acciones nacen de pensamientos malvados de nuestro corazón y se los definen primero como “impureza” o “deseos del corazón que son moralmente perversos”.

Estos deseos estallan en “pasiones desordenadas” que son “lujuria emocional y descontrolada”.

Esta mentalidad está ligada con los “malos deseos” o “inmenso anhelo o ansias de lo prohibido”.  Se los llama también “deseos de la carne” (Ro 13:14) y “deseos juveniles” (2 Tim 2:22). Colosenses 3:9 describe al “viejo hombre” mundano que debe morir, así como la “avaricia”, que es una “insaciabilidad, codicia o deseo de tener más”, especialmente refiriéndose a las adicciones sexuales.

Pablo concluye identificando a la avaricia como “idolatría”: “Porque sabéis esto, que ningún… avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios” (Ef 5:5). Es una forma de idolatría porque enseña que adquirir cosas y buscar satisfacción personal, en lugar de conocer a Dios, son metas que satisfacen, convirtiendo a los placeres y los bienes materiales en nuestro gozo y nuestros ídolos. ¿Puedes ser honesto contigo mismo?

“Tú dices que debo “morir” al deseo del mal en mi vida.  Ahora estoy decidiendo obedecerte al negar esos deseos, y a cambio, trabajar en “poner” el “nuevo hombre” que Te ama y Te sirve a Ti y a los demás, por Tu poder”.

 

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