Noviembre 15. Contribuye a mantener la paz entre los creyentes

1Filipenses 4:3 “Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes~~ a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida”.

Puede sorprendernos encontrar personas en el ministerio tan contenciosas y displicentes que desaniman a otros creyentes. Pablo les enseñó cómo construir relaciones priorizando las necesidades de los demás (Fil 2:2-3), haciendo que “la paz de Dios gobierne en [todos] vuestros corazones” y mentes (Col 3:15). Esa armonía estaba a punto de estallar en conflicto.

A las dos mujeres de este conflicto, Evodia y Síntique, se les urgió “que sean de un mismo sentir en el Señor” (Fil 4:2), para que la paz de la congregación no se destruya y los creyentes no tomen partido unos contra otros. No era un problema de Filipos solamente.

Ellas fueron fundamentales al plantar esta iglesia, posiblemente desde el inicio, cuando Pablo conoció a algunas mujeres “junto al río” (Hch 16:13). Pablo y su equipo evangelístico se quedaron en la casa de Lidia después de su conversión (16:14) hasta cuando Pablo y Silas fueron arrestados (16:22-34).

Pablo escribió, “Os ruego pues hermanos… que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Co 1:10). Pedro dijo, “sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables” (1 P 3:8).

La restauración y armonía son tan importantes en el Cuerpo de Cristo que alguien debió intervenir para ayudarles a resolver el conflicto. No sabemos cuál era el problema, ni quién fue el “compañero verdadero” (“unidos por un yugo común”) pero sabemos que le pidieron a Pablo que “ayude” en este conflicto. El mandamiento significa “reunir, recoger”.  Si tienes un conflicto, te urjo a buscar una tercera persona confiable para que ayude a resolver el problema por el bien de la iglesia y de todos los involucrados, antes de que se salga de control y dañe a la iglesia.

Los conflictos, aún entre personas maduras, fieles y serviciales, suceden cuando el egoísmo o los intereses propios sutilmente invaden sus pensamientos (Marcos 10:37, 41). Al percibir un conflicto, alguien debe intervenir. Jesús quiere que todos nosotros seamos “pacificadores” (Mt 5:9) para mantener la armonía entre los creyentes.

“Amado Padre, cuando te sirvo, por favor ayúdame a trabajar beneficiando a otros, trayendo armonía y paz a mis compañeros de trabajo y fomentando el ministerio de la palabra.”

 

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