1 Cor. 14:1 “Empéñense en seguir~~ el amor y ambicionen~~ los dones espirituales, sobre todo el de profecía.”
En el Nuevo Testamento, el ministerio se enfoca principalmente en que los creyentes “se dedicaron a la enseñanza de los apóstoles” compartiendo, adorando y orando (Hechos 2:42).
Pablo presentó “la manera más excelente”, opuesto a enfatizar exageradamente en un solo don espiritual. Esa “manera” es servirse unos a otros en nombre del amor; no por sentirse bien hacia el otro (eros), sino por el compromiso de sacrificarse para beneficiar al otro.
El concepto fundamental de los dones espirituales está descrito en 1 Corintios 12:7NVI, “a cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás” o para “beneficio mutuo” en el cuerpo de Cristo (ej. el don de dar).
El Espíritu de Dios da a cada creyente el poder para servir a otros creyentes complementando sus ministerios y creando interdependencia dentro del cuerpo de Cristo. El cuerpo unido de Cristo debe “perseguir continua o habitualmente el amor”, que es nuestra meta principal.
Descubrir nuestros dones espirituales no es el tema más importante, ya que cuando estamos comprometidos en servir a otros, prontamente nuestros dones se harán evidentes.
Los creyentes debemos estar “deseando continuamente los dones espirituales”: mandamiento colectivo plural, no individual. La iglesia debe buscar a los miembros que tienen dones y darles funciones que coincidan con su don espiritual, logrando así el máximo beneficio para todo el cuerpo de Cristo (1 Co 12:11, 18).
Pablo escribe, “sobre todo el de profecía”, y contrasta con hablar en lenguas durante todo el capítulo 14. Hay diez razones por las que hablar en lenguas es inferior a hablar profecía, seguidas por diez reglas para controlar los arrebatos dañinos de las lenguas en la iglesia de Corinto.
Pablo enfatiza que el don de profecía debería ser el dominante porque permite que la palabra de Dios nos dé la visión, la advertencia, la corrección, el aliento (1 Co 14:3), y edificando así a la iglesia. Los creyentes deben seguir a líderes que les ayudan a servir en las áreas de sus dones.
“Señor, los dones que diste a la iglesia proveen caminos para que cada uno de nosotros sirva y beneficie a otros, no para hacernos sentir bien o hacernos ver bien. Ayúdanos a entender esto y a vivir para honrarte y obedecerte.”