1 Cor. 14:29 “Asimismo, los profetas hablen~~ dos o tres, y los demás juzguen~~.”
Hablar en lenguas era un tema tan grande en esta iglesia primitiva que Pablo tuvo que escribir una serie de reglas para eliminar la distracción y carnalidad porque los profetas estaban supuestamente dando nuevas revelaciones a la iglesia.
No era permitido hablar más de dos y siempre con un intérprete, porque nadie era edificado con una lengua inentendible. Los profetas debían priorizar la edificación en su enseñanza.
La tarea del don de profecía y de apostolado era entregar a la iglesia la palabra de Dios, pero esta función cesó muy temprano, el momento que se entregó y registró, por inspiración, todas las revelaciones de Dios. Fue cuando la función del profeta resultó innecesaria porque ya no hubo más revelación divina.
Estos dones fueron dados para poner el fundamento de la iglesia (Efesios 2:20). A partir de ahí, los evangelistas, pastores y maestros lideraban exhortando, aclarando y aplicando el significado de todo lo que los apóstoles y profetas dieron de la Palabra de Dios. “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Tim 3:16-17).
Los profetas hablaban de parte de Dios a las iglesias, repitiendo lo que los apóstoles habían revelado; o, en ocasiones, dando revelaciones proféticas directamente de Dios. Este grupo era limitado, con responsabilidades extremadamente serias. No podían errar.
Solo dos o tres podían hablar en un culto, el resto debía estar familiarizado con todo lo que Dios había revelado y debía asegurarse que no se contradiga lo que un apóstol o profeta había dicho previamente.
Quienes no eran profetas debían “continuamente estar siempre evaluando lo que fue dicho” y “probar los espíritus para ver si estos eran de Dios” (1 Jn 4:1). La profecía divina debe ser infalible (Deut 18:20-22). Dios espera que dominemos Su palabra que entregó “una vez y para siempre a su pueblo santo” (Judas 3).
“Señor, Tu plan para la edificación de la iglesia es perfecto. Que seamos diligentes para escuchar y estudiar en oración a fin de evaluar lo que nos enseñan. Danos una consideración tal por Tu palabra que busquemos siempre su verdadero significado. Gracias por todo lo que Tú nos permites conocer.”