1 Cor 14:33b-34, “Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen~~ en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice.”
A veces la gente tuerce convenientemente las Escrituras para justificar su comportamiento contrario a lo claramente establecido.
Pablo introduce este mandamiento con la frase “como en todas las iglesias”, mostrando que no es un prejuicio local o cultural que se debe ignorar: “Por esto mismo os he enviado a Timoteo, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias” (1 Co 4:17).
Aunque el silencio también se aplica a las lenguas, el contexto inmediato es el de profetizar: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio” (1 Tim 2:11-12).
No solo se les ordena a las mujeres a permanecer en silencio, sino también que solo dos, o máximo tres personas hablen en lenguas en un culto, teniendo también los profetas de la iglesia primitiva la misma restricción.
Los demás oradores debían estar en silencio (1 Co 14:28, 30). Pablo declara, “Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas” (14:32). La llenura del Espíritu no produce pérdida de control; más bien, da poder para ejercer dominio propio (Gá 5:22).
Pablo explica la razón: –“Dios no es Dios de confusión” (1 Co 14:33)- e inmediatamente introduce el mandamiento de que las mujeres guarden silencio.
Los tres mandamientos (1 Co 14:28, 30, 34) usan la misma palabra silencio, que significa “no decir nada, mantenerse quieto o en silencio” (Ro 16:25). Que algunas mujeres sean mejores que los hombres, que algunas veces no haya liderazgo masculino en la iglesia, o que un pastor autorice a una mujer a enseñar a hombres, nunca son excusas justificables para desobedecer un mandamiento tan claro de las Escrituras.
“Si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación” (1 Co 14:35), colocando sobre los esposos una tremenda responsabilidad. Aunque este es un tema delicado, deberíamos preguntarnos, “¿Cómo puedo usar mis dones al obedecer este mandamiento?”.
“Señor, Tú has colocado a los hombres como líderes de la iglesia. Ayuda a que sus mujeres quieran aprender sumisión y practicar sus dones espirituales de una manera que te agrade a Ti y que además edifique a la iglesia.”