Hechos 18:9, “Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: “No temas~| (cese o pare), sino habla~~ y no calles.”
Sufren los grandes líderes los mismos miedos que sufrimos nosotros, mortales comunes? La historia muestra que sí. Pablo había sido nuevamente rechazado (tal como en Filippos, Tesalónica, Berea y Atenas). Cualquiera fuera la amenaza, era suficiente para causarle miedo al Apóstol.
Después de proclamar valientemente el evangelio en Corinto, los judíos rechazaron su mensaje y se convirtieron en una amenaza. Él dijo, “Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles” (Hch 18:6). Sintió que su “responsabilidad” era hacerles claro el evangelio a sus compatriotas.
Habiendo anunciado el evangelio, él estaba “libre de [su] responsabilidad”; ya no estaba en “deuda” (Ro 1:16). Podemos ver un principio para hoy; somos responsables de proclamar el evangelio en todo lugar donde sea posible. Pablo dijo, “estoy limpio de la sangre de todos” (Hch 20:26NTV). ¿Cómo se aplica esto a nosotros?
El Señor Mismo le animó a Pablo cinco veces en Hechos (9:12; 16:9-10; 22:17-18; 23:11; 27:23-24), y cada vez le prometió estar a su lado fortaleciéndole y protegiéndole. Jesús nos prometió Su presencia también a todos los creyentes: “he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28:20). La misma promesa que le dio a Josué en 1:5, 9.
Pablo recibió este mandamiento: “deja de tener miedo” y “sigan hablando continuamente y no se queden callados”. Si los cristianos nos calláramos, podríamos evitar la persecución y el conflicto, pero nuestro silencio puede condenar al infierno a nuestros amigos y vecinos: “hablad verdad cada uno con su prójimo” (Ef 4:25). Pablo escribió a los Tesalonicenses, “Pues habiendo padecido y sido ultrajados en Filippos, como sabéis, tuvimos denuedo en nuestro Dios para anunciaros el evangelio de Dios en medio de gran oposición” (1 Ts 2:2).
Los tiempos son diferentes, pero Dios no ha cambiado. Su trabajo en la tierra requiere que Sus discípulos hablen clara, abierta y valientemente Su Palabra a esta generación, independientemente de las consecuencias. Si alguna vez sientes miedo de hablar de Jesús o del evangelio, enfréntalo, sé audaz, sin dejar de ser cortés, pero nunca silencioso.
“Señor, Cuando la persecución o conflicto lleguen a mi vida, confiaré en que Tú me ayudarás a responder calmadamente, hablando Tu verdad en amor. Será mi privilegio honrarte con mi vida.”