Rom. 16:17 “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis*~ de ellos.”
En la guerra espiritual, así como en la actual, el enemigo no se identifica. El enemigo está tanto afuera como adentro.
Pablo se preocupó fuertemente de que las iglesias de Roma tengan la doctrina correcta, tengan un entendimiento claro de sus mutuas responsabilidades, y también de la paz y unidad dentro del cuerpo.
En medio de la creciente persecución que vivían, cualquier lucha interna, desacuerdos o divisiones eran simplemente inaceptables. Cristo provee el perdón con Su propia Sangre (Hechos 20:28), habita entre los creyentes mediante el Espíritu, y los hace miembros de los unos con los otros y con Él (1 Co 12:12, 25). Crear divisiones en este cuerpo sagrado es la más terrible ofensa contra nuestro Señor Jesús.
Pablo estaba “continuamente pidiendo” (encarecidamente) a los “hermanos” en Roma a estar atentos con “los que causan divisiones”. El verbo significa, “marcar, espiar, examinar o ver críticamente a”. Viene de la raíz griega para microscopio.
Por ende, ellos [y nosotros] debemos examinar a quien busque menospreciar o contradecir la “doctrina”. “Doctrina” se refiere a las enseñanzas apostólicas divinamente reveladas y a su registro divinamente inspirado que se encuentra en el Nuevo Testamento.
La falsa enseñanza siempre crea “divisiones y tropiezos”. “Divisiones” significa “discordia, desmembramiento, desunión y separación”, y “tropiezos” significa “un detonante en una trampa animal, una consecuencia escondida, un incentivo para llevar a cabo algo que podría arruinar a esa persona”.
Cuando cuestionan la integridad o validez de la Palabra de Dios o enseñan herejías y dicen ser Cristianos, deben ser confrontados con las Escrituras (Mt 18:16-17). Debemos “decidir apartarnos” de ellos. No tenemos que debatir con ellos. Juan también nos advirtió, “Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!” (2 Jn 10).
Si amamos Su Palabra más que a nuestra propia vida, entonces protegeremos sus enseñanzas. Si amamos Su iglesia, entonces la mantendremos fiel a Su Palabra y no permitiremos que la gente que causa división la destruya. Oren por la unidad de Su iglesia.
“Señor, yo amo tanto Tu iglesia que no quiero tener nada que ver con el hecho de causar división peleando por los diferentes puntos de vista de los líderes. Quiero ser un pacificador, pero no toleraré a aquellos que contradigan Tu Palabra.”