Tito 2:15 “Esto habla,~~ y exhorta y reprende ~~ con toda autoridad. Nadie te menosprecie *~.”
Probablemente en ninguna parte de las Escrituras se define a la vida cristiana tan compactamente como en los cuatro versículos previos: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (2:11-14).
Todos los creyentes somos responsables de “estar continuamente hablando de estas cosas”, o explicando todo el tiempo a los hijos, amigos y vecinos por qué vivimos así. No podemos mantenernos callados al ver la conducta pecaminosa que nos rodea, sino que debemos “estar continuamente exhortando” (implorando, rogando, animando) a los creyentes para que entiendan lo que implica su salvación por gracia y el propósito de Dios para sus vidas.
Algunos persistirán en la adicción a su actuar pecaminoso y requerirán “ser continuamente reprendidos” (avergonzados, desacreditados, probar que están equivocados). Debemos reconocer el lugar en donde Dios pone Su límite. Si queremos vivir en la luz cegadora de la presencia de Dios, debemos entender Su odio por el pecado.
Haber recibido Su gracia en la salvación y persistir en el pecado, o peor aún, pecar como antes de conocerle, es la más grave ofensa contra nuestro Salvador. Él sacrificó Su vida, no por eso podemos pecar con impunidad, pero sí podemos vivir siempre a la luz de Su presencia.
Esta explicación hay que darla “con toda autoridad”, como “una orden impuesta”. Es responsabilidad de todos explicar a los demás los mandamientos de las Escrituras y responsabilizarlos por obedecerlos. No hay razón para desobedecer este mandamiento.
Tito no debía “permitir que lo menosprecien” o “que se exalten, poniéndose por encima del siervo de Dios”. La gente se pone a la defensiva cuando es confrontada con la palabra de Dios.
“Señor, no puedo vivir aislado de los demás creyentes. Dame la habilidad y el coraje para exhortar a quienes necesitan ánimo y reprender a quienes están caminando en desobediencia. Ayúdame a preocuparme lo suficiente por los demás y a arriesgarme a recibir su rechazo cuando digo la verdad.”