Mateo 10:29-31 “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis*| más valéis vosotros que muchos pajaritos.”
Jesús quería que sus seguidores no teman a lo que cualquier hombre pudiera hacerles, sino “a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mt 10:28).
Nunca debemos temer a ser separados del Dios omnisciente y omnipotente que es tan cuidadoso de detalles que cuenta cada cabello de nuestra cabeza y sabe de la muerte de cada pajarillo insignificante (10:29). Él no se perderá ningún detalle de lo que les sucede a Sus tan preciados seguidores.
Los sistemas del mundo siempre han utilizado el miedo como táctica de manipulación. La persona se someterá a lo que teme. Los terroristas saben esto y crean miedo, porque esa es la clave para ser obedecidos.
A los discípulos les dijo que consideren el peor de los casos: lo único que un hombre puede hacer es matar el cuerpo. Más de 50 millones de creyentes fueron asesinados durante la Edad Oscura, y millones más por gobiernos comunistas y musulmanes durante el último siglo.
La maldad humana no se compara con la ira de Dios. Él puede enviar el cuerpo y el alma de un no creyente a una eternidad horrible en el infierno. En Mateo 10:28 Jesús les dijo a sus discípulos que “teman” al que determina el destino del hombre; luego, en el versículo 30, les dijo “entonces no tengan miedo”.
Existe un miedo saludable. Jesús quiere que temamos a Dios, porque Dios hará exactamente lo que dice que hará: los inconversos tendrán un destino en el infierno, y los salvos serán castigados por su desobediencia.
No debemos temer a lo que el hombre nos pueda hacer, porque nunca nadie podrá separarnos de Dios (Ro 8:38-39). Cualquier cosa que le suceda a un creyente es parte de Su plan, por eso es tan valiosa la fidelidad.
Si Él decide la muerte de un pequeño pajarillo, ¿cuánto más notará y nunca olvidará la persecución o la pérdida de uno de Sus hijos? Permanece fiel a Él. Valdrá la pena.
“Señor, mi temor de lo que otros piensen es generalmente más grande de lo que quiero admitir. Las amenazas que recibo son nada en comparación a las que enfrentaron los primeros discípulos. Enséñame a tener más miedo de decepcionarte y desobedecerte que de lo que pueda hacerme el hombre.”