Octubre 21. Acuérdense de no esperar un mejor trato del que recibió Jesús.

Juan 15:20 “Acordaos~~ de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.”

Nosotros, los humanos, tendemos a creer que somos la excepción de la regla –cualquiera sea ésta. Un pecador se engaña a sí mismo pensando que puede pecar secretamente y no tener consecuencias, pero “no os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gá 6:7). Esas consecuencias son inevitables reacciones “causa-efecto”.

Juan 15:20 introduce otra regla de vida: Nos ordena a “continuamente recordar que…“el siervo no es mayor que su señor.” Además, Dios no hace que los no-creyentes reaccionen contra los creyentes, sino que su naturaleza pecaminosa produce esa reacción hostil.  Jesús nos advierte que no nos desilusionemos.

Este versículo implica que el creyente es “siervo” (alguien que está permanentemente en relación de servicio hacia otro), y jamás debe esperar ser tratado mejor que Jesús, su Maestro.

Jesús recién había ascendido el nivel de los discípulos de “siervos” “amigos”: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Jn 15:15).

La diferencia es que a los siervos se les debía decir lo que “su maestro estaba haciendo”, es decir, la voluntad de Dios. Pero cuando ellos se comprometieron a conocer lo que Dios les había revelado, y a hacer cualquier cosa que Su Palabra ordene, fueron Sus amigos. Ahora que ellos sabían la voluntad de Dios, eran responsables de cumplirla sin tomar en cuenta los riesgos que eso implicaba (Jn 15:18). Recordemos que sostuvieron esta conversación la noche anterior a Su crucifixión. Jesús sabía lo que iba a suceder, pero Sus discípulos no lo sabían.

Habría poca gloria para un apóstol, por eso Pablo dijo, “Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte” (1 Co 4:9). Ellos sabían para qué se comprometieron y gustosos pagaron el precio: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). Debían morir a sí mismos. ¿Estás tú deseando hacer lo mismo?

“Escojo ser un amigo tuyo que no se avergüenza. Quiero vivir en Tu presencia y agradarte a Ti más que agradarme a mí mismo.”

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