Gálatas 5:1 “Estad, pues, firmes~~ en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos~| al yugo de esclavitud.”
La esclavitud a una religión pagana o al Judaísmo legalista es la razón por la que Pablo declara: “En la libertad con que Cristo nos hizo libres”.
Cristo es el gran Libertador del creyente. Lo libera del cautiverio a la terrible adicción al pecado; de leyes imposibles de cumplir (Gá 3:24); o peor aún, del cautiverio a las tradiciones y reglas humanas que crean una espiritualidad falsa.
Cristo quiere que vivamos en un nivel completamente diferente, guiados por principios y por el poder del Espíritu, teniendo amplitud para tomar libremente decisiones que le honren a Él.
Pablo habla de esta libertad con límites: “a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, [definida parcialmente en Gá 5:19] sino servíos por amor los unos a los otros.” La libertad en Cristo no es una licencia para pecar (Gá 5:13).
Cuando una persona se une a Cristo mediante el bautismo del Espíritu (“que lo introduce en Cristo” 1 Co 12:13), su espíritu está unido con Cristo, convirtiéndolo en nueva criatura (2 Co 5:17).
La presencia del Espíritu lo va asemejando progresivamente a Cristo (Gá 5:22-23a). Pablo declara, “contra tales cosas [ “fruto” del Espíritu] no hay ley” (Gá 5:23b). Nunca resulta equivocado evidenciar el fruto del Espíritu.
Romanos 6:17-19NTV dice, “Antes ustedes eran esclavos del pecado pero, gracias a Dios, ahora obedecen de todo corazón la enseñanza que les hemos dado. Ahora son libres de la esclavitud del pecado y se han hecho esclavos de la vida recta. Uso la ilustración de la esclavitud para ayudarlos a entender todo esto, porque la naturaleza humana de ustedes es débil.
En el pasado, se dejaron esclavizar por la impureza y el desenfreno, lo cual los hundió aún más en el pecado. Ahora deben entregarse como esclavos a la vida recta para llegar a ser santos”.
Pablo ordena “continuar estando firmes” en la libertad, escogiendo ser esclavo de Cristo, disfrutando la verdadera libertad. Gracias al regalo de Su justicia perfecta ¡ya somos aceptables para siempre!
“Señor Jesús, tengo una enorme libertad desde que confié en Ti como mi Salvador. Gracias por aceptarme tal como soy. No tengo que impresionarte con mi espiritualidad. Solamente quiero agradarte con mi vida y evitar hacer cosas que agraden a los hombres.”