Octubre 7. Hagan todo lo posible para ser aprobados.

12 Tim 2:15 “Procura con diligencia*~  presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.”

Existe una enorme diferencia entre ser aceptado y ser aprobado. Una cosa es ser aceptado en la Universidad y otra es graduarse de ella con los más altos honores.

Cuando aceptamos la promesa de Dios de salvación por fe, somos completamente aceptados sin ningún mérito, y el deseo de nuestro corazón es ser aprobados por nuestro Salvador, con el único propósito de honrarle porque Él es digno.

En 2 Timoteo 2:15, Pablo ordenó a Timoteo (y a nosotros): “procura con diligencia presentarte a Dios aprobado”. Significa “hacer lo mejor posible, ser diligente o desear ansiosamente” perseverar en cumplir un objetivo específico. El punto es “decidir de hoy en adelante presentarte ante Dios”, pararse junto o frente a Dios, o vivir en Su presencia.

La meta del creyente es ser “un obrero aprobado”, dispuesto a ser cuidadosamente examinado para ser contado como digno. Así como los buenos atletas honran a su entrenador, los buenos estudiantes de la Palabra de Dios dan honor y respeto a su Salvador y Señor. El obrero diligente es el que trabaja duro y por largo tiempo para enseñar algo correcta y eficazmente.

“Que no tiene de qué avergonzarse” habla de los falsos maestros que inyectan sus propias ideas en sus enseñanzas, e implica que serán traídos a vergüenza. El propósito del maestro diligente es siempre agradar a Dios y buscar Su aprobación, especialmente en la enseñanza de Su Palabra.

Pablo escribió a los Gálatas: “¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gá 1:10). Así como Jesús nos advirtió en Mateo 6:1 que no agrademos a los hombres, Pablo dijo “así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones” (1 Ts 2:4).

Todo esfuerzo vale la pena cuando descubrimos, con precisión, el sentido original de la mente de Dios descrita en Su palabra. ¿Amas Su Palabra hasta el punto de ser diligente en estudiarla y enseñarla?

“Tu Palabra es tan importante para mí que deseo de todo corazón explicarla diligentemente tal como Tú quieres decir para que el hombre entienda.  Mantenme disciplinado para dominar Tu explicación tal como quieres que Tu iglesia conozca de Ti.”

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