Santiago 1: 22 “Pero sed~~ hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.”
De alguna manera, la gente cree que la salvación por gracia, por medio de la fe, significa que sus vidas siguen siendo suyas y que pueden hacer lo que les place sin recibir consecuencia alguna.
Si una persona quiere ser perdonada por sus lujurias solo para continuar amando sus pecados, se engaña a sí misma.
Dios sabe cuándo carecemos de un dolor sincero por nuestros pecados y por el daño que éstos causaron a Jesús, Quien pagó un precio terrible por nuestra culpa (2 Co 5:21). También Él sabe cuándo no tenemos ningún deseo de abandonar nuestra vida hipócrita, e intenta llamarnos la atención.
Santiago describió el arrepentimiento y fe verdaderos: “Así que quiten de su vida todo lo malo y lo sucio, y acepten con humildad la palabra que Dios les ha sembrado en el corazón, porque tiene el poder para salvar su alma” (Stg 1:21). Según Artimedoro, del siglo II, la raíz del término “inmundicia” habla de la cera del oído que impide escuchar claro. Gran ilustración de cómo nuestros pecados (inmundicia) nos impiden escuchar a Dios.
Santiago advierte: “sed continuamente hacedores de la Palabra”. La enseñanza y predicación deben enfatizar los mandamientos que debemos practicar y no solamente las doctrinas que debemos creer. Después de escuchar un mensaje, preguntémonos: “¿Qué esperan las Escrituras que yo obedezca?”
El mensaje no ha obtenido su propósito si esta respuesta no es clara. Escuchar un mensaje sin un desafío a obedecer puede ser una pérdida de tiempo, o peor aún puede resultar en el endurecimiento del corazón. Cuando decidimos no practicar un mandamiento, apagamos el Espíritu y abrimos la puerta a Satanás.
Si solamente escuchamos el mensaje, estamos “engañándonos a nosotros mismos” (“burlarse con razonamientos falsos”). Hoy, muchos se engañan a sí mismos pensando que por solo ir a la iglesia, escuchar el mensaje, o disfrutar de la alabanza, pueden continuar viviendo como les place.
Para vivir en victoria y en la prometida “vida abundante” (Jn 10:10), debemos aprender gustosamente los mandamientos y comprometernos a “vivirlos” diariamente. ¿Lo harás? ¿Ayudarás a otros a tener esa misma actitud?
“Amado Señor, escuchar mensajes de Tu palabra sin decidir vivirlos cada día, es una posición peligrosa del creyente. Ayúdame a buscar continuamente la forma de poner en práctica lo que Tú me enseñas.”