1 Pedro 3:10 “Porque: El que quiere amar la vida y ver días Buenos, Refrene*~ su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño.”
Si queremos “amar la vida y ver el bien” debemos construir y proteger nuestras relaciones.
Somos tentados a exagerar, engañar o abusar, pero debemos saber que estamos ligados a Cristo: “…he aquí yo estoy con vosotros todos los días” (Mt 28:20).
La clave para vivir así es alejar nuestra “lengua de la maldad y nuestros labios de decir ninguna mentira”.
Santiago dice, “la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” (Stg 3:6); la última frase implica que los demonios pueden influenciar nuestro hablar, especialmente cuando estamos con un ataque de ira (Ef 4:27).
“Mal” habla de palabras “crueles, que hagan daño o causen dolor”. Santiago describió a la lengua como “un mundo de maldad” (Stg 3:6), que sin disciplina ni restricciones corrompe y destruye a quien habla y a quien escucha. Pedro dio la solución: Sean “de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables” (2:8).
Deja “a un lado toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias y toda calumnia” (2:1). Vivamos “no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo” (3:9). Ten cuidado de tus reacciones.
Los creyentes obedientes “mantienen sus labios alejados del engaño” (engañar intencionalmente, despistar con una mentira, dar una falsa impresión para obtener beneficio personal). “El que encubre el odio es de labios mentirosos; y el que propaga calumnia es necio” (Prov 10:18).
Nadie confía en un mentiroso. La integridad y honestidad crean confianza. Cuando una relación se ha roto es muy difícil volver a construirla.
“Refrenar” (parar o cesar) implica que estaban haciéndose daño con su manera de hablar: “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina” (Prov 12:18).
Comprometámonos a ser mutuamente honestos, transparentes y protectores. Cuando inadvertidamente hacemos daño a alguien, tengamos la valentía de admitirlo, y pidamos perdón. Nada es tan valioso como el vínculo de los creyentes. Si tú amas la vida, protege tus relaciones.
“Me comprometo a ser honesto y transparente frente a Ti y a proteger cuidadosamente a otros hablándoles con bondad. Necesito Tu sabiduría y entendimiento para beneficiarlos con mis palabras y expresiones físicas.”