2 Pedro 1:5 “Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid*~ a vuestra fe, virtud; a la virtud, conocimiento;”
Cuando una persona recibe una herencia significativa, debe tener cuidado de preservarla y hacerla crecer para futuras generaciones. Igualmente, cada creyente ha recibido beneficios excepcionales que requerirán diligencia y máximo cultivo.
En 2 Pedro 1:5, “por esto mismo” habla del contexto anterior. Hemos recibido todo lo que necesitamos para llevar un estilo de vida práctico y piadoso.
Pedro nos da un plan de desarrollo personal de siete puntos para no despilfarrar la inversión de Dios. Debemos “urgentemente determinarnos a poner toda diligencia” (acelerar, darse prisa) para incorporar este plan a nuestro estilo de vida. Diligencia para “añadir a tu fe”, es integrar estos siete atributos a nuestro carácter.
La seriedad de nuestro compromiso con este plan de desarrollo personal se muestra en los pasos que damos para que estos rasgos sean características permanentes de nuestra vida. El Espíritu da poder a nuestros esfuerzos para alcanzar la santificación: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Ro 15:13).
Estas cualidades comienzan con la fe salvadora, de la cual fluye cada atributo, “complementando su fe con una abundante provisión de excelencia moral” (2 P 1:5NTV). “Virtud”, o “excelencia moral”, son hechos heroicos en un vivir normal: “…que vivan de una manera que le agrada a Dios, tal como les enseñamos” (1 Tes 4:1bNTV).
A la “virtud” debemos añadir “conocimiento”, o “entendimiento intelectual” de la Palabra de Dios (2 Co 6:6 y 8:7).
Luego viene “dominio propio” (1 P 1:6), que significa “mantenerse a sí mismo en”; a eso debemos añadir “paciencia”, o “perseverancia” o “resistencia en lo que es correcto, resistiendo la tentación mientras se soporta las pruebas y dificultades”.
Esto lleva a la “piedad”, que es una especial “reverencia a Dios o una verdadera adoración”.
Luego viene el “Amor fraternal” (1:7) que es consecuencia de la verdadera reverencia a Dios.
Finalmente, debemos añadir un “amor” sacrificial y desinteresado que refleja el carácter de Cristo (Fil 1:9). Animémonos unos a otros a tener estas virtudes.
“Amado Padre, cada día es una oportunidad de añadirme dominio propio, paciencia, piedad, amor fraternal, amor y conocimiento de Tu palabra. Solo cuando decido obedecer Tus mandamientos estas características llegan a ser verdaderamente parte de mi vida.”